Espejismo en el comercio exterior
Hace justo 12 meses, el Gobierno hacía gala de un fuerte recorte del déficit comercial español, habiéndose reducido a la mitad en dos años, desde los 100.000 millones de 2007 a los 46.000 millones en 2009 (apenas el 5% del PIB). Por entonces, el Ejecutivo recalcó cómo la corrección de los desequilibrios a lo largo de 2009 y la estrategia de cambio del modelo productivo estaban surtiendo su efecto.
Ayer, sin embargo, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, no pudo seguir con este argumentario, habida cuenta de que el déficit en 2010 ha experimentado un repunte del 4,2%, impulsado por la factura energética. ¿Quiere eso decir que la economía española ha frenado en seco su trayectoria ascendente en busca de ganancias de competitividad? La mayor parte de las fuentes empresariales consultadas responden negativamente a esta cuestión pero avisan de la necesidad de ver con perspectiva la evolución de la economía española. Y es que las mejoras operadas en 2009 en la balanza comercial no se debieron a una mejora generalizada de la competitividad española sino a un ajuste forzado por la pérdida de fuelle de los socios comunitarios que tiraron abajo la demanda exterior.
Un año más, tarde, en 2010, se ha producido el efecto contrario, una recuperación de las economías centrales de la UE (Alemania y Francia, sobre todo) que ha repercutido favorablemente en las exportaciones españolas. Con todo, este fenómeno se ha visto ensombrecido por la extrema dependencia de la economía española del petróleo. Las mejoras en las exportaciones no han sido suficientes para compensar el incremento de la factura energética. Por tanto, las ganancias de competitividad deben tener en cuenta, no asuntos coyunturales (demanda agregada exterior) o exógenos (precios del petróleo) y sino factores estructurales como el nivel general de precios de una economía y su capacidad para generar valor añadido, en términos de innovación respecto a sus competidores.
Si se analiza el nivel general de precios se puede comprobar cómo España ha perdido posiciones en los últimos trimestres respecto a sus más inmediatos competidores de la zona euro (como Alemania, ver gráfico), algo que solo se corrige con un ajuste en los márgenes empresariales y con una clara moderación en los salarios. Si se analiza la capacidad de innovación, España también sale perdiendo ya que, hoy por hoy, exporta mayormente bienes y servicios con escasa intensidad tecnológica.
Es hora de trabajar estas deficiencias por que son las marcarán el futuro a países desarrollados con altos costes de producción en relación a economías emergentes como China e India, tal y como reconocen instituciones como el FMI y la Comisión Europea. Si no se va por este camino, se corre el riesgo de vivir un espejismo, el que da atribuir mejoras de competitividad a lo que son meros datos coyunturales.