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A fondo

Google se quiere quitar años

El triunvirato de Google se ha disuelto. La empresa de Mountain View tenía a bien no seguir los modelos estándares y eligió esta inusual forma de gobierno para dar el salto a la liga de primera división.

Eric Schmidt, "el adulto" profesional, era el consejero delegado, y los jóvenes cofundadores de la empresa, Larry Page y Sergey Brin, tenían funciones de dirección de producto y tecnología, respectivamente. Pero desde el 4 de abril, Google, deja esa confusa estructura y se suma a una más ortodoxa. Un consejero delegado y punto. En este caso, Page. Schmidt pasa a ser presidente del consejo y Brin se ocupará de proyectos estratégicos y nuevos productos.

¿Los motivos? Son varios. No hay uno solo como pretendió dar a entender Schmidt al decir que Google ya no necesitaba supervisión diaria de un adulto.

El primero lo dejó caer Page en las páginas de The New York Times el viernes. Google debe ser una gran empresa que tenga la "destreza, el alma, la pasión y la velocidad de una start-up". Es algo que parece haberse dejado por el camino al tiempo que maduraba. Ahora se quiere quitar años para competir con otras empresas que siguen teniendo ese perfil, como Facebook, Twitter, Groupon... y con los que está librando (no con mucha fortuna) la batalla del crecimiento.

Prueba de ello es que recientemente, Google hizo una presentación de nuevos productos que han dejado fría a la Bolsa. Sigue innovando pero no con la fortuna y el tino del pasado y el liderazgo lo llevan otros una vez que ha perdido batallas sobre todo en cuestiones de redes sociales.

De ser la empresa en la que todos los ingenieros del mundo querían trabajar, ha pasado a ser la cantera en la que son fichados muchos de ellos para prosperar en otros lugares lo que le resta competitividad ahora que tiene que poner toda la carne en el asador para competir con Facebook, entre otros, por la tecnología móvil. Es ahí donde, coinciden en Silicon Valley, está la clave de las ventas y los contenidos.

Otra de las razones del cambio es la presunta falta de sintonía en la troika.

Al principio fue difícil porque los cofundadores querían ejercer su influencia. Durante un tiempo se asentaron los papeles de cada uno pero las chispas saltaron una vez más.

La decisión china

Ken Auleta, autor del imprescindible Googled, the end of the world as we know it, es una de las personas que mejor conoce la empresa y en su blog de The New Yorker apuntaba que las fricciones han terminado por imponerse. Según Auleta, nadie ha echado a Schmidt pero cree que se le ha dado algún "codazo". Sobre todo por la falta de sintonía en la cumbre. El adulto consejero delegado se enfrentó con Page y Brin hace un año por la decisión de estos de dejar China, un mercado que, según el consejero delegado, no se podía abandonar pese a la censura.

Schmidt, explica Auleta, perdió parte de su energía e interés tras perder la batalla de China. Todo ello ha cristalizado en la decisión de ceder su silla y pasar a la del presiente del consejo, un lugar en el que este autor cree que no va a estar más de un año, tratando de resolver entuertos legales y políticos, los muchos que se ha ido encontrando Google, en los últimos años.

A Schmidt se le ve cómodo en Washington. Ha sido invitado en varias ocasiones a la Casa Blanca para hablar de nuevas tecnologías y economía, entre otras cosas y en EE UU hay quien especulaba que podría dar un salto desde Silicon Valley a la capital. De momento ha dicho a la SEC que quiere vender medio millón de acciones de la empresa el año que viene. Es algo, el 5% de sus acciones en Google, que rebajaría su participación en la empresa del 2,9% al 2,7%.

En Mountain View quedarán, por un lado, un Page interesado en la gestión y en volver los orígenes (menos burocracia) pero que aún no tiene destreza con las relaciones públicas. Por otro, Brin tiene más que nunca la única responsabilidad de encender de nuevo la chispa de la innovación.

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