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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España aún tiene el favor del mercado

El Tesoro español ha logrado colocar en una operación sindicada de mercado cerrado más de 6.000 millones de euros en bonos a 10 años y, en paralelo, ha suspendido la emisión de 3.000 millones de la misma naturaleza temporal prevista para el jueves. Este tipo de colocaciones no son en absoluto inhabituales, y suelen coincidir con momentos en los que el emisor pone en circulación un nuevo bono que precisa de seguridad financiera para ganar liquidez, que generalmente proporcionan los bancos, recolocándolos posteriormente en el secundario a clientela minorista. De hecho, la primera emisión de cada año por parte del Tesoro suele colocarse con esta fórmula. Pero en este caso puede levantar suspicacias en el mercado secundario de deuda, con la sospecha de que España esté más apremiada de lo que en realidad está, cuando las tensiones sobre el bono español, y de todos los de países periféricos de la zona euro, afloran con más fiereza.

Lo cierto es que el mercado no desprecia las emisiones españolas. La demanda de papel a diez años manejada en la colocación de ayer superó los 12.000 millones de euros, cuando la intención inicial del Tesoro era emitir un volumen de unos 5.000 millones. Por tanto, existe una confianza subyacente en el mercado, o al menos en sus operadores mayoristas, que en muchos casos son entidades financieras que dan con la compra de bonos destino a su liquidez, e incluso recomponen su margen de intermediación. Hay que recordar que la remuneración media de los depósitos no supera ahora el 3% pese a la guerra abierta por captar pasivo, y que la remuneración del Tesoro por los bonos colocados ayer ronda el 5,6%, y no existe riesgo de capital si la emisión se mantiene hasta vencimiento.

En todo caso, el Tesoro español debe dosificar esta práctica financiera de acudir a este mercado en la sombra. Tiene la reputación suficiente como para colocar su papel apurando la rentabilidad a la baja, aunque ahora exista una presión desmedida sobre sus emisiones. En esta ocasión ha aprovechado esta ventana de tranquilidad proporcionada por el mercado, aunque haya abonado una pequeña prima sobre la rentabilidad marcada por el mercado secundario. Debe darlo por bien empleado si la citada ventana se cerrase de nuevo tras las elecciones portuguesas y añadir un sobrecoste a los títulos de todos los países periféricos.

Mientras las autoridades comunitarias perfilan ajustes de operatividad en el fondo de rescate, que podría rebajar presión y precio sobre la deuda, España tiene que apurar su calendario de reformas sin un gesto de debilidad como el mostrado con la revisión de la reforma laboral, y apurar la transformación de las cajas de ahorros y reformar las finanzas autónomas, puesto que las tres cosas proporcionan la mejor manera de recomponer el coste de la financiación y evitar suspicacias sobre la solvencia soberana.

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