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Columna
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La debilidad de Portugal

A veces las agencias de calificación no ven los problemas que se avecinan. Con más frecuencia detectan los riesgos y se resisten a sacar conclusiones alarmantes. Sirva los comentarios de Moody's tras situar ayer en perspectiva negativa la nota de Portugal. La agencia dice que está preocupada por la "vitalidad económica portuguesa a largo plazo". Sin embargo, agrega que la solvencia de la nación "no está en cuestión". Que el mercado de bonos se ha mantenido abierto al país, mientras que el precio de venta de la deuda es "elevado". Mucho más elevado -podría haber dicho Moody's- que seis meses o un año atrás. Esa progresiva escalada de los costes de financiación es lo que precisamente tiende a ocurrir cuando un país se dirige hacia la crisis.

El problema macroeconómico profundo de Lisboa es esa falta de vitalidad. La economía ha luchado por crecer aún en los primeros siete años de felicidad del euro cuando el Gobierno tenía una buena financiación del déficit y los bancos eran capaces de aprovechar los mercados de capitales de la zona euro a precios muy baratos. Ahora el reto es generar los ingresos necesarios para asumir toda la deuda acumulada, pese a las medidas de austeridad. La aceleración de la meta es aún mayor porque la deuda acumulada es una carga masiva. El Gobierno ha hecho pocos progresos en la mejora de la situación fiscal. Se estima que la deuda superará el 80% del PIB. Cumplir con el objetivo de rebajar este año un déficit aún muy alto, del 7,3% del PIB, parece una batalla.

La recesión es probable en 2011. El crecimiento luce pobre. El país no tiene una base industrial fuerte. Tampoco luce competitiva. Incluso con el país en recesión, el déficit comercial es grande lo que implica financiación externa. Parece casi seguro que Lisboa requiera un plan de rescate que proporcionará un alivio a corto plazo a un país que lucha por mantener al día el pago a sus acreedores.

Ian Campbell

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