La zona euro traza su línea de defensa
Habrá quien lo califique de temeridad, ceguera o desafío. Pero lo cierto es que la cumbre europea de esta semana ha decidido ignorar las urgencias coyunturales de los llamados mercados financieros para centrarse, en cambio, en una reparación profunda y a largo plazo de los males que aquejan a la zona euro. Muchos analistas se limitarán a vislumbrar vencedores y vencidos de una cumbre en la que, evidentemente, se han impuesto las tesis de la canciller alemana, Angela Merkel. Sin embargo, la decisión de aprobar una reforma del Tratado para establecer un sistema estable de defensa del euro es una decisión histórica. Quizá los mercados no se den por satisfechos pensando que ha quedado en el aire la respuesta de los Estados de la eurozona para los dos próximos años. Nada más lejos de la realidad. Porque se ha expresado la firme voluntad de seguir defendiendo el euro con toda la maquinaria disponible e, incluso, con nuevas armas si fuese preciso. Y no cabe ponerlo en duda. Hasta ahora así ha sido, por muchas reticencias que haya expresado Berlín.
Frente a las tensiones en los mercados de deuda y el habitual puntillazo de las agencias de rating (el viernes, Moody's rebajó cinco peldaños la calificación de los bonos irlandeses), el Consejo Europeo respondió, tal y como quería la canciller, con un compromiso político a favor de la disciplina presupuestaria, las reformas estructurales y la puesta en marcha de un proyecto de coordinación de las políticas fiscales, laborales y macroeconómicas de los socios de la Unión Monetaria. Las tres cosas son necesarias si Europa quiere recuperar una competitividad menguada. Muy acertadamente, el Consejo se ha impuesto el plazo de rematar en marzo la reforma del Tratado que permita la creación del mecanismo estable de rescate. Ahora bien, en esa fecha los Gobiernos deberían haber cumplido con su parte del trato, imponiendo la disciplina fiscal como clave de sus políticas económicas y aprobando las reformas estructurales necesarias en cada país. En el caso de España, la reforma de las pensiones es una prioridad, pero también haber reestructurado un sistema financiero injustamente puesto en entredicho internacionalmente.
Respecto a los inversores dispuestos a apostar contra la estabilidad del euro en los dos próximos años, el Consejo Europeo dejó claro que tiene también un arsenal de intervención en los mercados prácticamente sin estrenar. "Nadie debería subestimar la capacidad de reacción de las instituciones europeas para defender al euro", amenazó al término de la cumbre el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, parafraseando una reciente advertencia del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet.
Y los datos indican que no se trata de una fanfarronada. El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, dotado con 440.000 millones, está prácticamente intacto, después de que Irlanda solo haya absorbido el 4% de esa cantidad. Además, el Consejo Europeo subrayó el viernes su intención de garantizar que ese fondo dispondrá de recursos adecuados hasta que entre en vigor el nuevo fondo permanente en 2013. Es decir, que la cantidad disponible se ampliará tan pronto como sea necesario.
Además, la zona euro dispone en Fráncfort de un arma defensiva aún más poderosa. El Banco Central Europeo recibió el viernes el respaldo de los líderes europeos, incluida Merkel, a las acciones que ha tomado para garantizar la estabilidad financiera de la eurozona, entre las que figura el polémico programa de compra de deuda pública de países en dificultades. El BCE apenas ha destinado 72.000 millones de euros a ese plan, cifra insignificante (y esterilizada, además) si se compara con las ingentes inyecciones de moneda de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra para rescatar sus economías.
Tras este Consejo ha quedado trazada una suerte de línea Maginot de defensa de la zona euro para 2011: una trinchera con disciplina a rajatabla para los países en dificultades; potencia de fuego desde el BCE frente a los ataques especulativos, y servicios de emergencia para los países caídos en combate. ¿Resistirá esa línea mejor que la original? Debería. ¿Se atreverán los especuladores a probar su resistencia? Tal vez, pero es probable que cometan un costoso error.