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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El euro exige un compromiso sin fisuras

La cumbre europea que se celebra hoy y mañana en Bruselas cierra uno de los ejercicios más intensos en la larga historia de la Unión Europea. Y sin duda el más vertiginoso en la corta historia de la zona euro. De la voluntad política y la visión histórica de los 27 líderes europeos presentes en la capital comunitaria dependerá que esta cita ponga punto final a las tremendas turbulencias financieras y económicas que ha soportado el Viejo Continente durante 2010 o que prolongue unos inquietantes interrogantes sobre el futuro de la Unión Monetaria a partir del próximo año.

Esa voluntad política deberá plasmarse en un acuerdo de todos los socios comunitarios que demuestre de una vez por todas a los mercados -que no son (solo) unos especuladores desalmados sino (también) inversores con legítimos intereses- que el compromiso del club con su joven divisa es irrevocable. Y que las dificultades económicas que sufra uno de los Estados miembros serán superadas con los ajustes internos necesarios, pero llevados a cabo con la solidaridad política y financiera del resto. En este sentido, es especialmente esperanzador el mensaje de la canciller alemana, Angela Merkel, ayer en el Parlamento alemán, defendiendo tajantemente que nadie en Europa será dejado solo y que Europa se consigue con unión. Habrá que ver si esta postura de solidaridad tiene su traslación en los acuerdos de la cumbre. Después de todo, los mercados están acostumbrados a una Alemania frecuentemente dubitativa.

El necesario compromiso político debe reflejar los equilibrios macroeconómicos que conviven en la Unión Monetaria y dejar claro que el superávit comercial de Alemania no puede mantenerse sin flujos financieros internos que permitan la supervivencia de los eslabones más débiles. Es lo que se hace en cualquier Estado federal y lo que se hace en la Unión Europea con la política de cohesión.

El mensaje de la cumbre debe ser en esta ocasión claro y contundente, y abandonar para siempre los continuos bandazos que han caracterizado la reacción de la UE ante esta crisis. Y la mejor manera de demostrarlo es adoptar dos decisiones concretas. Por un lado, la reunión, que arranca esta tarde, debe acordar la revisión del Tratado de la UE para crear la base jurídica que permita a la zona euro dotarse de un fondo de rescate permanente.

Pero, sin minusvalorar la creación de ese instrumento, que se consideraba imposible hace solo unos meses por la objeción de Berlín, está claro que ya no basta para calmar las dudas de los mercados. Por eso debe completarse con un acuerdo para ajustar y flexibilizar el fondo actual (dotado con 750.000 millones de euros y que expira en junio de 2013), para que deje de ser un instrumento de último recurso y se convierta en una poderosa arma de corrección de las posibles ineficiencias del mercado de deuda soberana, en el que la falta de liquidez está penalizando los títulos de algunos países -entre ellos, España- mucho más que cualquier duda sobre la sostenibilidad de sus finanzas públicas. Sin embargo, Alemania parece obviarlo y pretende zanjar la cumbre acordando los mecanismos que regirán las ayudas al euro a partir de 2013. Sin duda, será un avance, pero los inversores no piensan a tan largo plazo.

Bruselas debe avanzar en esos dos campos si de verdad pretende eliminar las presiones de los mercados. Pero igual de necesario y urgente es que los Gobiernos de la zona euro saneen seriamente sus finanzas públicas y aprueben reformas para ganar competitividad. En este sentido, sería bueno que la Comisión apruebe pronto los sistemas de control y castigo para aquellos países que se zafen de esta obligación. La advertencia lanzada ayer a España por Moody's, al poner en perspectiva negativa el rating de solvencia, es una muestra más de esta urgencia. El Gobierno español también debe acelerar las reformas y la cumbre que se inicia hoy es un foro adecuado para demostrar de nuevo ese plan.

Si después de todo eso, los 27 además son capaces de poner fin a su cacofonía, tal y como demandan el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y el del BCE, Jean-Claude Trichet, podría ser que 2010 pase a la historia como una prueba de fuego que el euro supo superar. Lo contrario será otra pérdida de tiempo.

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