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Tribuna
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Rescatar a Irlanda hoy es barato

La reciente crisis financiera ha devuelto al primer plano un buen número de preguntas sobre los cimientos institucionales de Europa y de la zona euro. Países como Irlanda, Grecia y España se han beneficiado de la reducción del coste de financiación tras su entrada en la Unión Monetaria. También disfrutaron de un periodo sostenido de crecimiento de los ingresos nominales por encima de la media, lo suficientemente largo para crear la ilusión de que habían conseguido, de manera permanente, un nuevo modelo de crecimiento.

Desafortunadamente, los últimos acontecimientos han demostrado que ese modelo estaba viciado de base: un endeudamiento excesivo y una dependencia exagerada de determinados sectores consiguieron avances a corto plazo, pero también crearon una economía frágil que dependía en exceso del sector inmobiliario. Irlanda y España se encuentran ahora con que los balances de su sector privado están severamente dañados. Los problemas de Grecia son de naturaleza distinta: tienen más que ver con una mala gestión de las finanzas públicas.

La severidad de la recesión provocó el deterioro de las finanzas públicas en la mayoría de las economías desarrolladas, pero la periferia de la zona euro se enfrenta a una situación todavía más complicada: tendrá que gestionar el proceso de consolidación fiscal en el contexto de una de las mayores desaceleraciones del crecimiento del PIB en el mundo. El crecimiento nominal del PIB puede entenderse como la capacidad de generación de ingresos de una economía. Cuando ese crecimiento cae por debajo del coste de financiación es cada vez más complicado estabilizar y reducir el ratio de deuda frente al PIB.

En estas circunstancias los inversores (que prestan dinero a los Gobiernos comprando bonos públicos) pueden perder la confianza en la capacidad de un país para pagar su deuda. Llegados a ese punto, los inversores demandarán un tipo de interés más elevado para compensar el mayor riesgo de impago. Pero ese nuevo y más caro tipo de interés hace todavía más complicado a los Gobiernos repagar sus bonos, creando así un círculo vicioso. Es aquí cuando se hace necesaria la ayuda exterior. Gobiernos extranjeros con balances fiscales más sólidos (o una agencia internacional, como el FMI) tienen que intervenir y prestar al Gobierno en apuros a un precio que pueda permitirse pagar.

El principal problema a medio plazo es que la zona euro carece de una autoridad fiscal única, y el Pacto de Estabilidad demostró no ser lo suficientemente fuerte para garantizar la disciplina fiscal de sus miembros. Esto indica la necesidad de remodelar las normas y la supervisión fiscal para evitar que futuras crisis puedan poner el futuro del euro en riesgo. No es un ejercicio sencillo en momentos de crisis.

La dinámica del mercado puede cambiar repentinamente y tiene una enorme capacidad de hacer que se cumplan sus propias apuestas. La resistencia de Irlanda a aceptar ayuda puede intensificar el contagio, haciendo que el coste del rescate sea mucho mayor. El rápido deterioro del mercado en las últimas semanas requiere acción inmediata y políticas para evitar que se infecten otros países.

La inclusión en el Tratado de Lisboa de un mecanismo de crisis permanente que contempla la posibilidad de que el sector privado comparta parte del coste -es decir, que los inversores pueden incurrir en pérdidas si un país entra en una crisis de solvencia o de liquidez- y la ausencia de información detallada de cómo funcionarían los mecanismos de estabilización han demostrado ser extremadamente dañinas para la confianza de los inversores. Una cosa que ha quedado clara es que se necesita mejorar la comunicación entre los mercados y los inversores a la hora de crear políticas en la UE.

El espacio político europeo se caracteriza por la presencia de multitud de participantes, con opiniones divergentes. Esto genera un terreno fértil para la incertidumbre y no ayuda a que se produzcan respuestas políticas rápidas en situaciones de emergencia. Las actuales condiciones de mercado en la periferia de la zona euro exigen una vez más una respuesta política decidida para mitigar el contagio.

Mi receta es proporcionar ayuda rápida a Irlanda y Portugal a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF) y proteger a España expandiendo el programa de recompra de deuda del BCE para incluir los bonos españoles. Esta actuación preventiva ayudaría a corto plazo a frenar el contagio, ganando así tiempo para activar la imprescindible reforma estructural, implementar medidas de consolidación fiscal y dar a los políticos espacio para reflexionar sobre cuál es el armazón legal más apropiado para blindar a la zona euro de futuras crisis. Anticiparse al mercado y cortocircuitar el contagio es ahora crucial.

Silvio Peruzzo. Analista económico de la Zona Euro de RBS

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