Fomentar la inversión en redes de nueva generación
La demanda creciente de ancho de banda y el cambio tecnológico son impulsores de la transformación de las redes tradicionales, que permitirá aumentar la innovación, productividad y competitividad de las empresas.
Las redes de telecomunicaciones tradicionales, fijas y móviles, están inmersas en un proceso de transformación acelerado para afrontar las demandas de nuevos servicios convergentes, o de gran ancho de banda, y a la utilización masiva y creciente de servicios intensivos en transmisión de datos (vídeo, trabajo colaborativo, e-salud, e-Administración, e-educación, teletrabajo, etc.); por lo que aquellas jugarán un papel clave en el desarrollo de la sociedad de la información y afectarán de forma decisiva a la competitividad de nuestra economía y de nuestras empresas.
La evolución de las redes es un proceso continuo y acelerado, intensivo en inversiones -en especial en la red de acceso-, que comporta unos riesgos empresariales considerables (financieros, tecnológicos, de mercado, regulatorios), con ciclos de retorno a medio-largo plazo y que requieren un marco normativo estable que aporte certidumbre al mercado y unos retornos de inversión adecuados al riesgo existente. El sector de las telecomunicaciones tiene un gran impacto en los demás sectores de la economía y en la competitividad de las empresas, con un bien conocido efecto multiplicador de las inversiones en construcción de las redes sobre la economía española.
No debemos olvidar que la propia Comisión Europea considera que el papel de las TIC en esta nueva economía se materializa, en primer lugar, a través del impacto directo del propio sector en las variables macroeconómicas, donde, en el pasado ejercicio, supuso un 5% del PIB y un 2,7% del empleo en el área de la UE-27.
El importante efecto multiplicador de las inversiones en redes y servicios de comunicaciones electrónicas sobre la economía española, junto con la necesidad de satisfacer las demandas crecientes de ancho de banda de transmisión, de los mercados empresarial, profesional y residencial, son aspectos primordiales que deberían tenerse en cuenta en la definición de una política de impulso al desarrollo de las redes y servicios de redes de nueva generación (NGN). Las relaciones de causalidad existentes en el trinomio inversión-innovación-productividad son sobradamente conocidas y no parece necesario insistir en destacar su importancia.
El desarrollo de las redes de nueva generación permitirá integrar servicios fijos, móviles y con contenidos digitales, y constará de tres partes fundamentales: el despliegue de las redes de acceso de nueva generación (NGA), cuya gran capilaridad requiere grandes inversiones, el núcleo o plataforma de la NGN (control, contabilidad, etc.) y la red de transporte que conecte los accesos con el núcleo de la NGN; de las tres, es la red de acceso la que requiere mayores inversiones en su despliegue inicial.
La formación del hipersector de TIC (tecnologías de la información y las comunicaciones) internacional debida a la convergencia de los mercados, agentes y productos, junto con la globalización mundial de la economía, ha provocado la transformación de las empresas en agentes multisectoriales con perfiles amplios y multinegocio (mezcla de operadores de telecomunicaciones, proveedores de servicios y contenidos de internet, desarrolladores de aplicaciones, fabricantes de dispositivos y equipos, distribuidores, desarrolladores, etc.). Ello hace que los modelos regulatorios y normativos tradicionales específicos del sector por tipo de red empiecen a ser cuestionados en su validez actual y respecto al cumplimiento de su finalidad principal de beneficiar a los usuarios, aumentar su libertad de elección, promover una competencia eficiente y sostenible en el mercado y crear incentivos al despliegue y extensión de las redes.
La regulación de las NGN es un tema complejo, su despliegue requiere de cuantiosas inversiones y asumir importantes riesgos. Por ello, fomentar, o no, la inversión en infraestructuras es uno de los principales retos que la política industrial de telecomunicaciones debe abordar. Primar soluciones que requieran pocas inversiones iniciales en detrimento de soluciones inversoras propicia la dependencia de los operadores de una determinada infraestructura y poca o nula diferenciación entre los operadores en cuanto a productos y servicios a ofrecer a los clientes finales, llevando a competir únicamente en precios, restando valor al mercado y generando escaso valor industrial.
Si por el contrario, la regulación fomenta la inversión y la innovación, y se crean las condiciones necesarias, los operadores con toda probabilidad desplegarán infraestructuras alternativas que permitan diferenciar productos y servicios para competir no ya solo en precio, sino en condiciones y características diferenciadas de los productos. El impacto de las NGN no será inmediato, ya que el despliegue de una nueva red es un fenómeno gradual que se produce en raras ocasiones y requiere varios años y cuantiosas inversiones. Por ello es importante que todos los agentes del mercado: reguladores, administraciones, empresas, usuarios, fabricantes, integradores, proveedores y operadores, afronten los múltiples retos que plantea su despliegue.
Los principales operadores de telecomunicaciones europeos aseguran que están dispuestos a desplegar nuevas redes de alta velocidad de internet, siempre que sea económicamente viable y bajo un marco legal que fomente las grandes y arriesgadas inversiones necesarias para ello, por eso consideramos que la Administración española debería crear un marco favorable para atraer e incentivar esas inversiones empresariales.
Desde el sector empresarial y residencial se necesita que exista certidumbre regulatoria y el incentivo a estas inversiones, para permitir cubrir sus necesidades de demanda y lograr un verdadero valor añadido diferencial; al igual que desde el hipersector TIC para permitir innovar y desarrollar nuevas aplicaciones y contenidos.
Leandro Pérez Manzanera. Presidente de Autelsi