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Alemania consigue su objetivo a costa de Irlanda y cia.

Si Europa se quedara en silencio durante unos minutos, se oirían los taponazos del champán que simbólicamente se descorcha en la cancillería berlinesa y en el Ifo muniqués cada vez que se encarece la deuda pública de la periferia del euro.

Alemania está consiguiendo su objetivo de obligar a los mercados financieros a diferenciar entre la calidad y el riesgo de los títulos de deuda de los 16 socios de la Unión Monetaria (17, a partir del 1 de enero, con Estonia).

Ni la canciller alemana, Angela Merkel, ni el presidente del influyente IFO, Hans-Werner Sinn, están dispuestos a tolerar una re-convergencia de los tipos de interés del bono irlandés, portugués o español con el bono alemán.

La prima de riesgo que Alemania, a base de declaraciones o estudios, coloca a los bonos e otros países "no sólo no es reprensible, como sostienen algunos de los deudores, sino que es necesaria para la supervivencia del euro", señalan Sinn y otros autores alemanes en un reciente estudio del Ifo.

El Gobierno de Merkel sigue al pie de la letra esa receta. Y en cuanto el diferencial entre los bonos se estrecha, la canciller o su ministro de Finanzas agitan el fantasma de la reestructuración de la deuda de los países en dificultades a partir de 2013 bajo la coartada de defender a los contribuyentes germanos.

A veces se les va mano en la aplicación de esta disciplina y colocan la deuda de Irlanda al borde del 10%. Pero como tampoco quieren que se active el Fondo europeo de rescate (al que Alemania aporta 119.390 millones de euros en avales), a continuación emiten un mensaje de tranquilidad para no asfixiar a ninguna de sus víctimas.

El objetivo de Alemania de disciplinar fiscalmente a los socios puede ser aceptable, aunque, como ha recordado esta semana el economista Paul de Grawe, el origen de los problemas de Irlanda o España no es la deuda pública sino la privada.

En cualquier caso, forzar el saneamiento de las cuentas públicas azuzando a los mercados entraña demasiado peligro. Y vista la errabunda política de Merkel en esta crisis y el dogmatismo de Sinn, el juego se les puede ir de las manos. Y cuando se les pase el delirio, quizá descubran, como el capitán Haddock, que no estaban descorchando champán sino reventando la zona euro.

Imagen: tomada de Story-BD.com

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