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El futuro de Estados Unidos

La victoria republicana deja en el aire la agenda económica de Obama

Dos años después de que Barack Obama barriera en el mapa electoral, los republicanos han capitalizado el descontento y la ansiedad de los americanos ante la frágil situación económica. Los conservadores ganaron el martes con contundencia la Cámara de Representantes y ampliaron su minoría en el Senado. Su misión es reducir la acción de Gobierno, de forma que quede en el aire, y recortar gastos, lo que augura una difícil relación con el Ejecutivo y la parálisis en Washington.

El Partido Republicano, apoyado en la ola de entusiasmo generado por el impredecible y ultraconservador Tea Party, repintó de rojo buena parte del mapa electoral que Barack Obama tiñó de azul demócrata y ganó apenas hace dos años. El revés fue tal que los republicanos ganan 60 escaños en la Cámara de Representantes y seis en el Senado además de conseguir el gobierno de ocho estados más. Algunos resultados quedaron aún por determinar pero independientemente de cómo se resuelvan los escrutinios, el giro político es profundo. En el Senado no habrá mayoría conservadora pero en la Cámara Baja, se retoma la posición de fuerza que perdieron en 2006 con unos avances que no se ven en décadas.

En rueda de prensa, Barack Obama admitió que la derrota de su partido había sido "una paliza" que no recomendaba a nadie. Otros presidentes, de hecho sus dos inmediatos predecesores también vieron perder sus mayorías en el Congreso pero no de la forma contundente que lo ha experimentado Obama ni en un momento tan comprometidos económicamente como el que vive el país actualmente. El presidente dijo entender "la frustración" de los electores a la vista de la preocupación de los ciudadanos por la economía, dijo admitir la responsabilidad por los resultados y que tenía que hacer "un mejor trabajo".

Visiblemente cansado y tras admitir que la noche electoral no había sido "divertida", Obama dijo que va a sentarse con los líderes del nuevo Congreso para trabajar "responsablemente" y tener "un debate honesto" para llegar a compromisos. El presidente tendió la mano hacia el compromiso pero lo hizo también a la defensiva. Dijo que habrá áreas en las que sea más fácil coincidir como educación o I+D (donde no acepta recortes de gastos), independencia energética y reducir el déficit pero a la vez señaló que no cree que fuera fácil llegar a acuerdos en todo "no solo por que cada uno tenga principios que no puedan ser comprometidos sino porque las soluciones no son fáciles".

Aunque admitió su derrota y dijo que estaba reflexionando mucho, Obama defendió con convicción su labor hasta ahora. "Hemos estabilizado la economía, tenemos creación de empleo en el sector privado aunque la gente no sientan que hay suficiente progreso, no lo vean", argumentó. "En los últimos dos años hemos tomado una serie de decisiones duras pero que eran las correctas para que el país avanzara desde una situación de emergencia en la que estuvimos al borde de la Gran Depresión", dijo el presidente para poco después admitir que los votantes no están satisfechos con los resultados de su política por el efecto del paro. "Si tuviéramos un desempleo del 5% en vez del 9,6% la gente tendría más confianza". Obama reconoció que el Gobierno ha tenido una acción de más alcance e intrusiva de lo que estaban acostumbrados los estadounidenses, la principal queja del Tea Party, pero lo defendió. "En la Casa Blanca sabíamos que es peligroso pero era necesario".

No se abren temas cerrados

A lo que el presidente no está dispuesto es a "volver a litigar por las cosas que hemos cerrado en los últimos dos años", expresamente la reforma sanitaria en la que dijo que admitiría sólo "pequeños ajustes". "La reforma de la sanidad, fue una acción correcta", zanjó ante las críticas de quienes creen que es una política de largo plazo que tendría que haber podido esperar. Al sentar las bases del diálogo con los republicanos, el jefe del Ejecutivo también afirmó que para reducir el déficit y la deuda una de las recetas es que haya crecimiento. En tono desafiante dijo que tenía que oír ideas de los republicanos en ese sentido porque "con recortes fiscales solamente no es posible hacer avanzar la economía como ya hemos visto entre 2001 y 2008". El presidente espera un acuerdo en un estímulo fiscal directamente dirigido a las pequeñas y medianas empresas y en el plan de desarrollo de infraestructuras.

Pero todo ello va directamente en contra de lo que tienen en agenda unos republicanos que dicen haber recibido el mandato del pueblo de forzar un cambio.

Para los conservadores la misión es clara. John Boehner, futuro líder de la Cámara de Representantes, lo dijo el martes por la noche y lo repitió el miércoles: "queremos un Gobierno más pequeño, menos costoso y más responsable en Washington D. C." Boehner ha repetido que los republicanos no van a comprometer estos principios ni su objetivo de rebajar el déficit. Su compañero de partido y líder en el Senado, Mitch McConnell, lo expresó aún más claramente, "tenemos la determinación de parar la agenda que los americanos han rechazado". McConnell aclaró: "trabajaremos con la Administración cuando estén de acuerdo con los ciudadanos y nos enfrentaremos a ella cuando no lo estén". Este político no ha ocultado que el objetivo del partido es hacer que "Obama sea un presidente de una sola legislatura" y concluyó que la victoria del martes tiene parte de su base en el hecho de que hasta ahora los republicanos no han cooperado con la presidencia.

A la vista de las declaraciones de los líderes de cada partido, cabe anticipar que la agenda de Obama quedará en el aire y que será difícil avanzar por ejemplo en la puesta en marcha de la reforma de la sanidad ya que los republicanos amenazan con eliminar su financiación. La política de estímulos fiscales es difícil que se mantenga, dada la oposición a las recetas keynesianas que ha mostrado la reforzada oposición y será también complicado avanzar en una reforma de la política energética que incluya una mínima reducción obligatoria de emisiones.

En materia regulatoria, aunque la ley Dodd Frank para la reforma financiera ya está aprobada, parte del reglamento que la desarrolla quedará afectado influido por una oposición que no está contenta en cómo se ha resuelto el problema de las entidades que son muy grandes como para dejarse caer y que tampoco están de acuerdo en que haya que pedir un aumento de capitalización a la banca ya que creen que eso resta liquidez de un mercado en el que pymes y particulares no están obteniendo créditos.

La otra gran cuestión pendiente son los recortes fiscales de George Bush que expiran a finales de año. El presidente quiere que el Congreso saliente los apruebe sólo para las rentas medias y bajas (con ingresos por debajo de 250.000 dólares) y los republicanos quiere aprobarlos también para las rentas altas algo que costaría al déficit cuatro billones de dólares en dos años frente a los 3,1 billones del plan de Obama. El presidente no dijo ayer que había compromiso en ello y los republicanos siguieron abogando por el paquete entero.

Washington puede vivir así una parálisis que al menos dure dos años. No sería nuevo pero llega justo en el momento en el que la situación económica registra una precaria fragilidad y el paro se muestra renuente a bajar.

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