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El hombre que leía discursos

Herman Van Rompuy era el primer ministro belga que escribía haikús. En diciembre de 2009 saltó a la "fama" como primer Presidente del Consejo Europeo, un cargo presuntamente llamado a convertirse en el eje de la vida comunitaria. Pero un año después, Van Rompuy parece conformarse con leer discursos ocurrentes sin ninguna consecuencia política y resumir con brillantez las conclusiones que le dictan sus patrones.

Quizá siempre fue ese su destino y así lo planteó en una de sus primeras intervenciones en enero de este año, cuando señaló que un presidente del Consejo que no hablase con el respaldo de los líderes comunitarios terminaría hablando por sí mismo, no por Europa.

Van Rompuy aplica esa filosofía a rajatabla. Y apenas habla, con ni sin permiso de sus mandamases. Hoy mismo ha vuelto a negarse a comentar la reforma del Pacto de Estabilidad, a pesar de que prácticamente ha sido su única ocupación tangible desde que asumió la presidencia del Consejo. No lo hará hasta que quede claro en qué grado se impone el rodillo germanofrancés al resto de socios comunitarios.

La actitud del belga ha dejado obsoleto el debate sobre si su cargo equivale a una figura de "Presidente" (perfil Tony Blair) o de simple moderador durante las cumbres (perfil chairman). Van Rompuy ha rebajado las aspiraciones hasta silencioso portavoz.

Tal vez su mutismo le permita repetir en el cargo cuando dentro de 18 meses expire su primer mandato. Después de todo, él ya dijo que "la principal fortaleza del Presidente es el tiempo del que dispone". Pero también puede ocurrir que sus jefes concluyan que se trata de una figura con poco valor añadido y demasiado cara en tiempos de austeridad. Una coartada que sus "amigos" de la Comisión y el Parlamento Europeo seguro que aprovechan para plantear la supresión del flamante cargo.

Imagen: Herman Van Rompuy. (Archivo del Consejo, 28-10-10).

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