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El BCE reclama más dureza

Trichet se desmarca de la reforma del Pacto de Estabilidad

El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, se desmarcó ayer del proyecto de reforma del Pacto de Estabilidad pactado el lunes por los ministros de Economía de la UE. El BCE deseaba una aplicación mucho más rigurosa de las normas sobre déficit público.

El presidente del BCE no suscribe todos los elementos de este informe". Con esa sucinta nota a pie de página, escondida en el listado de los miembros del grupo de trabajo encargado de la reforma del Pacto de Estabilidad, quedó ayer al descubierto el disgusto de Jean-Claude Trichet con el nuevo marco de gobernanza económica de la Unión Europea.

La discrepancia del BCE se ha materializado tras la última reunión, el pasado lunes en Luxemburgo, de un grupo formado por los ministros de Economía de los 27 países de la UE y dirigido por el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.

El objetivo del grupo era devolver la credibilidad a un marco de vigilancia que no ha evitado la escalada del déficit público en casi todos los socios de la zona euro, no ha corregido los excesos déficit en países como Italia, Bélgica o Grecia, y no ha permitido prevenir los desequilibrios macroeconómicos de España o Irlanda.

Para evitar otra debacle en el futuro, el grupo de trabajo avanzaba hacia unos mecanismos de control mucho más rigurosos, con menos discrecionalidad política y con sanciones preventivas equivalentes al 0,2% del PIB de cada país infractor. Pero el texto final cerrado el lunes tras varias horas de debate diluye en gran parte la capacidad de la Comisión Europea de imponer multas casi de manera automática a los países que incumplan las recomendaciones de la UE para reducir el déficit público o la deuda.

El grupo de trabajo de Van Rompuy, además, se vio desbordado por un acuerdo bilateral entre Francia y Alemania que, a petición de París, supedita la decisión final sobre las sanciones a una decisión por mayoría cualificada de los ministros de Economía de la UE.

El BCE había insistido durante los meses de negociación en el grupo de trabajo que no apoyaría una reforma de mínimos. Y aunque el lunes guardó silencio, como el resto de miembros del grupo de trabajo, ayer dejó claro su rechazo parcial a un acuerdo que debe ratificarse en la cumbre europea de la semana que viene.

El 'grupo Rompuy' acaba dividido y a escondidas

El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, logró a los cinco meses de su nombramiento que se le encomendara la dirección del grupo de trabajo encargado de la reforma del Pacto de Estabilidad, una tarea que en principio hubira correspondido a la Comisión Europea. El protagonismo en un expediente tan trascendental se interpretó como una reafirmación para el exprimer ministro belga. Pero tras seis reuniones en cinco meses, el grupo de Van Rompuy sólo ha llegado a un consenso de mínimos que incluye todas las salvedades defendias por Francia, Alemania o Italia. Tras el último encuentro, el pasado lunes, Van Rompuy ha tardado más de 48 horas poder pulir el texto al gusto de todos y todavía no ha coparecido para presentarlo en público. El grupo, además, se ha resquebrajado con la disidencia del BCE.

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