Cambios para reforzar, explicar y recuperar
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hizo valer ayer una de las dos prerrogativas que la Constitución le reserva de forma exclusiva para acometer una notable remodelación del Consejo de Ministros. Acosado por el adverso estado de ánimo de la población que le depara la demoscopia en los últimos meses, sobre todo desde que son las circunstancias, y no él, quienes definen sus políticas económicas, José Luis Rodríguez Zapatero busca un impulso político renovador que le proporcione oxígeno para llegar hasta las elecciones de 2012. Cerrado el pacto parlamentario para sostener su impopular pero inevitable política presupuestaria, el presidente del Gobierno ha decidido apartar de su lado a los ministros más bloqueados y que hace meses restan más que suman en el desempeño del Ejecutivo, además de renunciar a dos de sus apuestas, a las niñas de sus ojos que suponían Vivienda e Igualdad. Una renuncia a sus principios que se suma a la que hizo en mayo pasado cuando hubo de virar por completo en sus prioridades de política económica a instancias de Bruselas.
El nuevo Gobierno tiene un peso político muy superior al que le precede, con la recuperación para la primera línea de la vida pública de activos muy cualificados del felipismo, echando mano de políticos poliédricos que nunca decepcionan como Alfredo Pérez Rubalcaba o Ramón Jáuregui. En un análisis de la realidad sólo en parte acertada, el presidente del Gobierno considera que es la hora de explicar y comunicar muy bien la dificultosa gestión que tiene por delante, en la que las reformas dolorosas serán pan nuestro de cada día. No obstante, Zapatero debe saber que aunque Rubalcaba, Jáuregui o Gómez "se explican muy bien", cualidad que tienen todos ellos acreditada, será más efectivo gestionar bien, mejor que lo que el Gobierno ha hecho en los dos últimos años. Cierto es que ha comunicado mal desde que aparecieron los primeros indicios, muy evidentes por otra parte, de que venía una crisis más ancha que las nevadas; pero poco habría cambiado para el presidente, su imagen pública, su expectativa electoral y la prosperidad de la gente una comunicación más acertada si no hubiese caminado paralela a una gestión igual de acertada.
Además, es inevitable señalar al nuevo vicepresidente primero del Gobierno como hipotético relevo de Zapatero si una resistencia social a devolverle el favor electoral retirado acrecentase la presión del Partido Socialista para buscar un cartel electoral que aliviase la pérdida. Ahora, en los meses que faltan para las citas electorales que Zapatero tiene marcadas a fuego en su calendario político, tanto las municipales de mayo de 2011 como las generales de ¿la primavera de 2012?, todo dependerá de que sepa mantener la línea de rigor iniciada en los últimos trimestres, de la profundidad de las reformas que precisa la economía y del tiempo que tarden los inversores, los consumidores y los emprendedores en despejar el horizonte colectivo para recuperar de forma consistente la actividad. El presidente sabe que su futuro está en manos de la economía, y a ella debe consagrar su acción de gobierno los próximos trimestres. Y es que el futuro de la economía española es más importante que el de cualquiera de sus gobernantes.
Por tanto, debe mantener las reformas ideadas y dotarlas del calado suficiente para transformar la economía, aunque tal cosa le cueste la continuidad en Moncloa. La situación es muy delicada. La población y las empresas echan un pulso al tiempo para que se despeje el horizonte, pero no aguantarán eternamente. La gestión política está para acelerar los tiempos, quemar etapas y salir a cielo abierto cuanto antes. La reforma de las pensiones, la energética, la educativa, la judicial, tienen que ser algo más que el arañar la superficie que ha supuesto la del mercado de trabajo, que precisará un nuevo repaso para que sea un activo en la creación de empleo. Los ajustes en el sistema financiero deben caminar más rápidos, para que la financiación no sea el obstáculo de miles de proyectos de negocio. Los ciudadanos quieren visibilidad para sus proyectos económicos y vitales, y ése debe ser el empeño del presidente. Si todo queda en una operación política de puro maquillaje con fines indisimuladamente electoralistas, el esfuerzo se perderá como el rugido efímero de la gaseosa.