Evitar otra crisis de deuda soberana
Dicen que "nunca más". Luego regresan a las disputas, como es costumbre, para acabar probablemente con un compromiso débil. æpermil;sta es la senda predecible que los miembros de la Unión Europea están siguiendo en su intento de evitar una repetición de la crisis de la deuda soberana. Las ideas presentadas muestran cómo algunos impondrán un poco de disciplina fiscal. Pero las tensiones permanecen entre Alemania, que defiende sanciones automáticas para los países díscolos, y los socios renuentes.
Las actuales propuestas sobre la mesa incluyen vigilancia de los planes presupuestarios, un mayor énfasis en los niveles de deuda como porcentaje del PIB e incluso multas a los países que fracasen al enfrentarse a sus problemas de deuda. Alemania, con el apoyo implícito del Banco Central Europeo, quiere ir más allá. Pero los graves cambios que defiende, como la suspensión de los derechos de voto para los que repiten déficit, por ejemplo, requerirán cambios en la UE y en los tratados de la zona euro. Están probablemente condenadas al fracaso.
Significa que los mercados financieros seguirán siendo el perro policía en la zona euro. En la primera mitad de 2010, los inversores demostraron ser bastante efectivos al recordar a los Gobiernos que el despilfarro fiscal tiene un precio. El susto de la deuda soberana debería recordarse durante mucho tiempo para prevenir la vuelta a la irresponsabilidad fiscal. Para evitar una crisis mayor a largo plazo, la UE lucha entre dos enfoques. El primero es el tecnocrático, que ejemplifican las propuestas de la Comisión: un preciso conjunto de normas y regulaciones tan arcano que está garantizado que no verá la luz del día. La segunda propuesta es más política y puede ser más prometedora: un grupo de trabajo liderado por el presidente del Consejo, Herman Van Rompuy, sugiere medidas políticas, que afecten a la reputación. No hay nada como una misión oficial de Bruselas o el BCE, seguido de un informe público, para avergonzar a los generadores de déficit para que reaccionen. Ese tipo de presión de grupo puede resultar más eficiente en el largo plazo que un código detallado que nadie entiende.
Pierre Briançon