La Roja pierde un gran ariete en Bruselas
"Después de 18 años en Bruselas, es el mejor día que he pasado aquí". Eufórico, niqui rojo (con logotipo de la presidencia española de la UE) y a unas horas en las que un embajador ante la UE suele estar en casa o negociando alguna directiva, Carlos Bastarreche Sagües (1950) celebraba la madrugada del 11 al 12 de julio, en pleno centro de la capital comunitaria, la victoria de España en el Mundial de Fútbol.
"Hoy", dijo en declaraciones a Cuatro, "todos me han felicitado". Ese todos aludía a los embajadores del resto de países de la UE con los que Bastarreche se ha batido diplomáticamente durante ocho años en nombre de España.
Discreto, sagaz y taimado, este negociador con fama de implacable reconoce que aquel baño de multitudes y, sobre todo, la foto (arriba) tomada por una buena corresponsal siempre en guardia, le han servido "para convencer a más de uno de que también soy humano".
Pero asegura y aseguran que no ha bajado la guardia ni siquiera en esta recta final de su tercera etapa en Bruselas (cinco años, más cinco, más ocho). Cuando llegó por primera vez, "era el diplomático más joven, al que siempre se maltrata", evocó ayer con humor ante los consejeros y funcionarios de su embajada. Y tras tomar el relevo del embajador Javier Conde en septiembre de 2002 ha acabado siendo el miembro más veterano del poderoso Coreper, la reunión de los llamados representantes permanentes que cada semana cuece y recuece las decisiones que acabarán adoptando los distintos ministros o los líderes europeos
Ahora se marcha a París y deja el testigo al hasta ahora embajador en Marruecos, Luis Planas Puchades (1952), que regresa a la arena comunitaria (fue jefe de gabinete de Pedro Solbes, durante su etapa como comisario europeo de Economía).
Entre el glamour de la capital francesa, Bastarreche quizá añore la trinchera bruselense, donde la vida social del embajador y de sus consejeros y consejeras gira, sobre todo, en torno a "grupos de trabajo"; donde más que traje, parecen llevar un kimono de judo para fajarse en el tatami del Consejo Europeo; y donde la valija diplomática esconde productos tan sabrosos como el reglamento del roaming o la reforma del Pacto de Estabilidad.
Ayer, 22 de septiembre, Bastarreche arengó por última vez a sus huestes de la Reper o Repre, como se conoce en Bruselas a la Representación Permanente de cada país ante la Unión Europea. Les recordó que ese buque insignia de la administración española tiene gran parte de "culpa" de la buena fama que disfruta España en la capital comunitaria. Y les instó a mantener el espíritu de equipo que ha dado tantos éxitos a La Roja.
Con él se despide, tal vez, una generación de diplomáticos con sentido de Estado que, gobierne quien gobierne en Madrid (le nombró Aznar y le mantuvo Zapatero), se parten el alma por defender los colores de su equipo.
Foto: Carlos Bastarreche (M. R., 13 de julio de 2010).