El rasero del mercado de deuda
El mercado de deuda soberana se ha convertido en un trabajado círculo vicioso en el que las abundantes ventas en el mercado secundario de los activos que crean más desconfianza -véanse bonos griegos, irlandeses y portugueses- se cierran con una arrolladora demanda en las subastas públicas que realizan los Tesoros de esos mismos países. La denostada Grecia emitió ayer letras a trece meses, en una colocación que en la que tuvo que elevar la rentabilidad al 4,05% desde el 3,98% de la subasta de julio y que registró una demanda que superó en 6,25 veces la oferta, un ratio que casi duplica el de la subasta precedente. El 72% de los 390 millones de euros emitidos fueron a manos de inversores extranjeros, según señalaron las autoridades griegas.
También en la jornada de ayer, Irlanda colocó 1.500 millones de euros en bonos a cinco y ocho años, con la condición de ofrecer rentabilidades más altas que en la subasta anterior, de junio, pero con una demanda que superó en más de cinco veces la oferta y sólo un día después de que la prima de riesgo del país traspasara por primera vez el vertiginoso nivel de los 400 puntos básicos.
El mercado no se ha sacudido la desconfianza hacia los países de la periferia Europea, los más acosados por sus abultados déficit públicos. Pero con bandazos así, en los que un día un activo cae en desgracia para al día siguiente reencontrarse con el apetito voraz de los inversores, resulta difícil conocer la verdadera magnitud de la inquietud del mercado por la salud de las cuentas públicas europeas.
Bien es verdad que el BCE mantiene vivo su programa de compra de deuda soberana, pero con importes que distan mucho de los volúmenes con los que lo estrenó, allá por el mes de mayo, cuando estalló con virulencia el ataque de los mercados a la deuda griega. Y no hay que olvidar tampoco que la deuda, por muy periférica que sea, ofrece jugosas rentabilidades y sirve además como colateral a la banca para seguir pidiendo liquidez al BCE.