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Tribuna
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Nuevos desafíos de la responsabilidad social

Como es de natural soñador, desde que se ha hecho autónomo mi amigo Jordi anda filosofando y dice que no sabe si es tiempo de desafíos, de trabajo o de sacrificios; o de sacrificando trabajo para lograr los objetivos que se ha propuesto (ganar dinero honradamente, dicho sea de paso). El caso es que se dedica a echarle horas a sus tareas y, felizmente, está consiguiendo lo que se había planteado. Todavía no es un workaholic, un adicto al trabajo, pero bebe con fruición en las fuentes laborales de mis vecinos chinos del barrio, que siguen abriendo todos los días, incluidos festivos; el único descanso que se tomaron en verano fue cerrar su tienda para todo sólo media hora antes, a las 11 de la noche.

En general, no es precisamente el modelo chino el idóneo para reflexionar sobre responsabilidad social, pero la referencia sirve de introducción para concretar algunos de los desafíos pendientes en el desarrollo de la RS, en un mundo que, a pesar de lo que todavía está cayendo, sigue teniendo demasiada prisa por hacer las cosas y urgencia por ganar dinero. Todo desde la irreverencia, la sinrazón y la exaltación del porque sí; sin buscar demasiados fundamentos y, naturalmente, sin garantías. Es decir, aquí y ahora. Está claro que nos habíamos acostumbrado muy mal, y así seguimos.

Como es nuestro sino, hay que trabajar sin descanso, está claro, porque las cosas no se hacen solas; arrimar el hombro un poco más y perseguir con fruición un horizonte que, probablemente, nunca se alcance, pero esa actitud proactiva e innovadora es precisamente el germen del necesario desarrollo. En este sentido -y ampliando opiniones aparecidas en digitales- propongo cinco responsables retos/desafíos para los próximos meses:

l Begin the beguine. Como cantaba Cole Porter, volver a empezar. Pareciera como si en RS ya todo estuviera hecho y, mirándolo bien, tan sólo hemos iniciado un camino que es largo, tanto que siempre -y eso es el progreso- hay algo nuevo por descubrir. Retomando olvidados valores y principios, e hincando en ellos su futuro desarrollo, la responsabilidad social es una nueva forma de gestionar empresas y organizaciones, propia de nuestro tiempo y de sus circunstancias, y de los nuevos roles que a todos nos toca representar. Y sólo se entiende con transparencia, ética y buen gobierno, porque si no cumplimos la ley no hay RS que valga. Esto hay que creérselo, decirlo en voz alta y convencer a los escépticos y a muchos agnósticos. Los buenos sólo ganan a los malos cuando, además de estar convencidos de lo que hacen, son más.

l Ser honestos. Tal como lo estamos haciendo, corremos el peligro de crear una nueva y privilegiada casta: los que se dedican a la RS. Escribimos y hablamos para nosotros, redactamos informes que a casi nadie interesan, nos miramos demasiado el ombligo y alguno padece de una preocupante ceguera periférica porque no es capaz de ver lo que sucede alrededor. Si levantamos la cabeza y alzamos los ojos más allá, nos daremos cuenta de que la RS no es, por ahora, lo más importante que ocurre en el universo mundo. Ni falta que hace. Seamos honestos y no prostituyamos desde dentro (hay demasiados nichos de posibles negocios en torno a la RS) lo que debería ser nuestro sincero y cabal compromiso con el futuro.

l Hablar el lenguaje de la calle. Deberíamos ser capaces de hacernos entender. Poco a poco, y más en las redes sociales, usamos dialectos que sólo entienden los de la tribu, y muchas veces ni entre nosotros nos aclaramos. Y la culpa (no importa jugar al maniqueo) de que no lleguemos a la gente es sólo nuestra. Parecemos los egoístas constructores de una moderna e inacabada torre de Babel. Si de verdad creemos en esto, seamos profesionales ejemplares y sacrificados, apóstoles de la responsabilidad social, no mercenarios.

l Conjuguemos la nueva responsabilidad social de las organizaciones (RSO). Las empresas no son el único integrante del tejido social, ni su exclusivo ADN. También existen otros entes en el universo mundo: las instituciones, las organizaciones y, antes que nada, las personas, principio y fin de todas las cosas, y quienes sufren, triunfan, fracasan o sueñan. Como dice Antonio Gala, "hay que volver a exaltar lo social sólo como apoyo y peana de lo individual." Los liderazgos solitarios ya no nos sirven porque a nadie importan: trabajemos por liderazgos compartidos y solidarios y, por tanto, por la RS de todos, empezando por los individuos.

l Hablemos de partes, no de grupos. Sería muy conveniente que los denominados stakeholders/grupos de interés mutasen a partes interesadas (afectados, según Adela Cortina). Parece lo mismo, pero no es así. Muchas veces -porque la tentación existe para caer en ella, como decía Oscar Wilde- sin darnos cuenta o conscientemente, el grupo puede buscar protagonismo y derivar (así somos los humanos, ricos en hipocresía) en grupo de presión o en grupo de poder, y esa posibilidad es siempre un grave riesgo y un peligro latente.

Por el contrario, la parte, una parte, cualquier parte, como el gajo de una naranja, es siempre un porción del todo. Participa de su estrategia, actúa sinérgicamente y, por tanto, conforma ese mismo todo; se integra en él sin reservas y sigue su suerte, que es lo que importa en el proyecto común.

Nos toca, como escribiera Antonio Machado, "…repensar lo pensado y desaber lo sabido", que es la única forma inteligente y honesta de empezar a creer o de seguir creyendo.

Juan José Almagro. Director general de Comunicación y Responsabilidad Social de Mapfre

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