Presupuestos tan difíciles como imprescindibles
El curso se presenta complicado. Tanto en lo económico como en lo político. Ante el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se cierne un periodo final de año con retos extremadamente complejos que, por el bien de la economía española, deben ser sorteados con tanta habilidad como firmeza.
Los Presupuestos de 2011 son la gran prueba de fuego. El Ejecutivo y el grupo socialista disponen de unas pocas semanas para alcanzar los apoyos parlamentarios que aseguren su aprobación, aunque sea por la mínima. A día de hoy, todo apunta a que podrían cerrar un acuerdo con el PNV. Los seis diputados del partido nacionalista vasco serían suficientes para salvar el escollo presupuestario, y más si se unen a los dos de Coalición Canaria y al del representante de Unión del Pueblo Navarro, que ya parece tener asegurados el PSOE. Pero si fracasa en su empeño, la salida al atasco político serían, según algunos, las elecciones anticipadas. Esta solución puede ser, políticamente, una pretensión legítima para formaciones como el PP y CiU. La primera tiene hoy ventaja en las encuestas, lo que la sitúa en posición para formar Gobierno si los comicios se realizasen ahora, y Convergencia confía en que el desgaste del PSOE en Madrid le dará réditos para las inminentes elecciones catalanas, colmando así su aspiración de recobrar el poder en la Generalitat.
Sin embargo, desde el punto de vista económico, unos Presupuestos rechazados en el Congreso destapan una perspectiva poco halagüeña. Es un axioma conocido que el dinero precisa estabilidad y convive mal con el conflicto político, por lo que semejante posibilidad siempre es mal recibida. Con más razón cuando se trata de unos Presupuestos tan transcendentales como los del próximo año, que deben dar continuidad a los duros planes de ajuste puestos en marcha por el Gobierno y exigidos desde Bruselas y los mercados financieros internacionales.
Flaquear en el empeño de sacar adelante el nuevo Presupuesto daría un mensaje poco recomendable en momentos en que se empiezan a disipar las dudas sobre la deuda soberana española y a recobrar la confianza en la seriedad del Gobierno para reconducir el déficit fiscal. Los mensajes lanzados ayer mismo por José Luis Rodríguez Zapatero ante los inversores en Japón, garantizando la propuesta de que el gasto de los ministerios se recortará un 15% el año próximo y que la deuda pública no superará el 70% del PIB (dos puntos menos de la previsión oficial), son una muestra clara de lo que se juega la economía española en los próximos meses.
Es deseable, por este motivo, que los acercamientos del Gobierno con el PNV den fruto y las cuentas públicas para 2011 se firmen con el recorte de gasto previsto. Eso aportaría una tranquilidad imprescindible para afrontar un segundo semestre que muchos expertos vaticinan más duro que el primero, sin descartar que el PIB vuelva a decrecer el tercer trimestre. Ante tal amenaza se hace más necesario formalizar un marco político estable, que no se circunscriba a la tan difícil como imprescindible tramitación de los Presupuestos. Eso facilitará afrontar otros desafíos claves para la recuperación de la actividad y el empleo en la economía española.
La reforma laboral será aprobada en las próximas semanas. Aunque no supone una modernización del calado necesario, es imprescindible que eche a andar. La inoportuna huelga general convocada por los sindicatos para el 29 de septiembre permitirá testar la aceptación popular de la medida y confirmar el nivel de confrontación real del Ejecutivo, pero también de los sindicatos, con la realidad. Los mercados y los socios de la Unión Europea van a estar muy pendientes de una protesta que, previsiblemente, se va a diluir en la geografía de la convocatoria comunitaria.
Pero la laboral es, en definitiva, sólo una de las reformas pendientes. La del sistema público de pensiones, la de la negociación colectiva o la del sector energético son sólo algunas de las que imperiosamente han de asumirse en los próximos meses. Una buena negociación política con los partidos nacionalistas, en la que la inteligencia prime sobre el pactismo coyuntural, servirá para impulsar la tan necesaria recuperación de la economía española.