_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Urge un cambio en Madrid

Para un estudioso de la Teoría Gerencial o Teoría de Agencia, la situación de las organizaciones políticas, pero también sociales y económicas en Madrid, merecería casi una tesis doctoral. Si miramos primero las organizaciones políticas, nos encontramos con estructuras muy asimétricas y con funcionamientos muy dispares, y objetivos distintos.

Comencemos por el grado de imbricación social, esencial para cualquier organización a la hora de conseguir sus objetivos. En este sentido, es notable la diferencia entre la derecha y la izquierda política, la cual radica en los sectores y profesiones donde buscan sus potenciales clientes, en este caso votantes. La sociedad madrileña ha sufrido una transformación muy profunda en los últimos 20 años. Si se analiza la población activa y la población pasiva se pueden sacar conclusiones muy interesantes.

Por un lado, desde una óptica de la estructura productiva, la Comunidad de Madrid ha sufrido un proceso de terciarización muy acusado, del que las organizaciones políticas de la izquierda no se han dado cuenta. Esto ha supuesto que, si se suman el número de trabajadores públicos, especialmente de la élite de la Administración General del Estado, profesiones liberales, personal directivo de empresas, tanto grandes, como medianas, así como autónomos, tendríamos casi el 80% de la actividad en Madrid. Los sectores industriales, manufactureros u otros, han ido dejando paso a la construcción y servicios auxiliares a ésta.

Con esta estructura productiva, las organizaciones de la derecha política han sabido tejer una red clientelar muy potente entre la clase empresarial. Esto se nota en el fomento del monopolio u oligopolio en las adjudicaciones del Ayuntamiento de Madrid. La diferencia con la izquierda política es esencialmente conceptual e ideológica. La izquierda ha despreciado, de forma sistemática e irracional, a la empresa como forma de creación de riqueza y ha renunciado a aportar e implantar sus valores éticos a las empresas, prefiriendo la confrontación clásica de origen marxista: capital frente al trabajo. Esta dejación de funciones ha dejado el campo libre a la unicidad de criterio en la gerencia empresarial, sin dar la posibilidad al electorado de confrontar dos modelos de gestión, público y empresarial.

Por ello, la connivencia de muchas empresas con el poder político de la derecha ha llevado, en algunos casos flagrantes, no solo a la corrupción económica, sino al abandono de la planificación urbanística y de infraestructuras por parte de los poderes públicos en manos de las estrategias empresariales, como en el caso de la multiplicidad de privatización de servicios en Madrid.

Lo mismo cabría decir de las élites administrativas, donde escasean directivos con ideología de izquierdas. El peso ideológico de la derecha en la Administración Central se deja notar en las dificultades que sistemáticamente tienen los Gobiernos de izquierda para hacer prevalecer buena parte de sus políticas, dado que es justo esta élite administrativa la que acaba gobernando, salvo cuando confluyen élites y Gobiernos de la derecha y los intereses son comunes.

En el campo universitario es donde mejor se ve la pérdida de influencia social y política de la izquierda. Las organizaciones juveniles de la derecha política han ido copando poco a poco los claustros, y sólo gracias al personal administrativo y parte del profesorado, algunas universidades presentan rectores de corte progresista. Pero la batalla ideológica también está perdida y ya no hay conexión política entre las organizaciones políticas regladas de la izquierda y la comunidad universitaria. Todo esto también es extrapolable al mundo asociativo vecinal. La pérdida del poder de los distritos, que conllevan un gasto excesivo para el peso real de gobierno que atesoran, ha destruido por inacción el movimiento vecinal que surgió con la llegada de la democracia.

En conjunto, y de cara a las elecciones autonómicas y municipales de 2011, nos encontramos con dos bloques muy asimétricos. La derecha, con una marca muy potente entre sus votantes, por su imbricación en una sociedad terciarizada y donde confluyen las grandes empresas. Y un bloque de la izquierda, donde la marca madrileña está muy difuminada y desprestigiada.

Por tanto, la labor de la izquierda, especialmente de Trinidad Jiménez, será la de devolver al socialismo madrileño a su lugar natural y forjar una alianza económica y social en la que se tachen los tics añejos y se encare el futuro. Eso solo será posible cuando las élites empresariales, administrativas y universitarias se puedan confrontar entre la derecha y la izquierda.

Alejandro Inurrieta. Concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_