El ajuste del mercado laboral dispara la productividad en España
El crecimiento de la productividad de la economía española se ha disparado hasta el 2,63% anual desde el inicio de la crisis, impulsada por el ajuste del mercado laboral. La productividad por ocupado supera a la de Alemania, y el PIB por hora trabajada se codea con el de Reino Unido.
Si usted se encuentra entre los afortunados que no ha perdido su empleo a raíz de la crisis económica, es probable que haya notado una mayor carga de trabajo. Las cuentas son claras: el valor añadido bruto ha caído bastante menos que el número de horas trabajadas, lo que significa que los trabajadores que restan en el mercado son más productivos que hace tres años. No en vano, la productividad ha crecido desde el inicio de la crisis un 2,63% anual, frente a la caída del 0,46% de la zona euro. Un movimiento inverso al registrado en la etapa de bonanza anterior, cuando creció apenas medio punto anual, la tercera parte que la zona euro.
Las estadísticas recientes de Eurostat llevan a constataciones bien llamativas: el año pasado, la productividad por ocupado en España superaba en diez puntos la media de la UE y en siete la de la superpotencia exportadora Alemania, aunque Francia siga por encima. Es evidente que el repunte de la productividad se debe a que el ajuste económico se ha concentrado en el empleo, con una pérdida de horas trabajadas (4%) muy superior a la europea (1,4%). Pero, en sentido inverso, también la baja productividad de la década larga de bonanza se debió a la integración en el mercado laboral de más de siete millones de personas. Así, dejando a un lado las dramáticas consecuencias sociales de la pérdida de dos millones de empleos, el ajuste ha demostrado una capacidad competitiva no reconocida en la economía española, que ha destruido menos actividad que Europa con una mayor reducción de las horas trabajadas.
José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, recuerda que la renta per cápita, después de casi dos años de recesión, sigue por encima de la media europea y de países como Italia. "Esa estadística, junto con la de la productividad, demuestra que, pese a nuestro proverbial pesimismo, los españoles seremos en el futuro lo que queramos ser".
Matilde Mas, coautora del monográfico Productividad: una perspectiva internacional y sectorial, de la Fundación BBVA y el IVIE, modera el optimismo aludiendo a la rigidez del mercado laboral: "En Europa han hecho el ajuste en cantidad y precio. En España, los salarios han crecido al salir del mercado empleados con baja cualificación, y solo se ha ajustado empleo", explica la también profesora de la Universidad de Valencia.
Un factor clave del análisis es la reducción generalizada de las horas trabajadas que se registra desde mediados del siglo pasado. Según la OCDE, cada trabajador español estuvo ocupado 1.775 horas en 2007, un 13,4% menos que en 1950. Pero el recorte fue mucho más significativo en Alemania, con una caída del 36%, hasta las 1.432 horas, mientras que en Estados Unidos sólo cayó un 11,2%, hasta 1.785 horas. Por eso, pesar de su retraso en renta per cápita, tanto Francia (53,2 dólares) como Alemania (50,5) se acercan al PIB por hora trabajada de Estados Unidos (55,3). De forma sorprendente, España, con 42,5 dólares, queda muy cerca del Reino Unido (44,9) y supera el italiano.
Las cifras dan para poner en cuestión algunos lugares comunes respecto a la debilidad de la economía española. Eso sí: hay un amplio margen de actuación para limitar los dramáticos vaivenes que sufre a lo largo del ciclo. Matilde Mas recuerda varias recetas, algunas de las cuales se encuentran en marcha: "elevar la flexibilidad laboral, desregular mercados (sobre todo, los servicios), invertir en I+D y nuevas tecnologías y mejorar la educación en todas sus ramas".
La cifra
2,63% fue el crecimiento medio anual de la productividad en España entre 2007 y 2009. Entre 1995 y 2007 se limitó al 0,54% anual.
Mucho capital físico, pero mal orientado
Al margen de la fuerza laboral, el otro gran determinante de la productividad de un país es el capital físico, en todas sus vertientes. En este ámbito, España ha contado con un esfuerzo inversor sin parangón en las dos últimas décadas, llegando a superar el 30% del PIB. Todavía el año pasado, tras un drástico recorte, se superaba la media europea. El grueso de los fondos estructurales recibidos de la UE desde 1986 se ha destinado a infraestructuras, al tiempo que las empresas y los particulares destinaban buena parte de su renta a la inversión, lo que, por otra parte, ha generado un abultado déficit corriente que ahora empieza a corregirse.La entrada en el euro, y el consiguiente acceso a tipos de interés reales negativos durante varios años, ha exacerbado pero también distorsionado el proceso inversor, y no solo en el ámbito de la vivienda. "Los empresarios se han visto incentivados a invertir con criterios de rentabilidad, por la esperada revalorización de los activos, en vez de por criterios de productividad para su negocio, lo que nos ha llevado a un exceso de capacidad instalada ", explica Mas. Algo parecido sucede con el mercado laboral, de manera que, según el estudio del que es autora, la sobrecapacidad lleva a que España sufra un efecto sinergia (o productividad total de los factores) negativo: el crecimiento de los factores ha sido superior al de la producción.