Un poeta en el Círculo
Juan Barja dirige la institución cultural desde un emblemático edificio en Madrid.
Envidiable. Para cualquier conocedor de Madrid, el despacho de Juan Barja, director del Círculo de Bellas Artes, suscita envidia. Y admiración. Desde su ventanal y terraza se divisa a escasos metros el seductor edificio Metrópolis en la esquina de la calle Alcalá con Gran Vía, ésa que fascinó al pintor Antonio López, que pasó multitud de amaneceres pintándola, y al cineasta Pedro Almodóvar, que la fotografió día y noche.
"La gente te dice: ¡vaya despacho! Pero yo no lo veo. No me da tiempo a mirar por la ventana", dice muy serio, un gesto que reconoce característico, lo que asume que le otorga apariencia antipática. Ni siquiera sonríe para las fotos. "Si sonrío, parezco tonto", se justifica.
Barja (La Coruña, 1951) describe su centro de trabajo "como un lugar emblemático y muy bien situado". Esta institución sin ánimo de lucro se fundó en 1880. En 1919 el arquitecto Antonio Palacios diseñó la actual sede de la calle Alcalá, coronada por la estatua de la diosa Minerva y por una columnata que Barja ha abierto en su etapa como lugar de visitas y terraza para actos.
"He querido dar continuidad a la gestión y una ampliación de actividades", explica. Sustituyó en el cargo hace ya seis años a César Antonio Molina, que consiguió bastante popularidad como gestor de esta entidad y que, de hecho, con la llegada del Gobierno socialista en 2004, se convirtió, primero, en el director del Instituto Cervantes y, después, en ministro de Cultura.
Cuando en el Círculo se buscó sustituto para Molina, llamaron a Barja. æpermil;l es un poeta que no desea que le llamen así, como señal de respeto a los grandes. "Yo digo que soy escritor", aclara. Pero, además, había sido editor durante los 25 años anteriores. "Buscaban un perfil que tuviera relación con el mundo cultural, pero también que hubiera dirigido empresas". "Me gusta mucho mi trabajo. Se parece a lo que he hecho toda mi vida, pero más cerca del público", cuenta.
Por esta institución pasan cada año, cada mes, cada día, escritores, autores, pintores, actores, escultores, políticos, empresarios, periodistas o estudiantes. Las actividades pueden ir desde una sesión de cine o teatro, un concierto, una cena, una conferencia, un baile de carnaval, una entrega de premios, un acto empresarial o simplemente acudir a la biblioteca para socios, a los talleres donde los alumnos de Bellas Artes aprenden a pintar con modelos o para tomar un aperitivo en La Pecera, la cafetería de la institución, donde acude el mundo cultural de Madrid.
Una de las prioridades de Barja ha sido "ser coherentes en todas nuestras actividades", aprovechando cada idea y presencia de escritores o artistas para rentabilizarla al máximo: exposiciones, textos, vídeos, conferencias, etcétera. Además, ha creado una colección de libros, un departamento audiovisual y ha apostado por las exposiciones propias, originales y realizadas en colaboración con museos de todo el mundo para conseguir visibilidad y "abaratar costes".
Y es que la consecución de recursos es uno de los quebraderos de cabeza de Barja. En 2010, el Círculo ha reducido sus cuentas un millón de euros, hasta los siete millones de euros. "El 2008 fue el mejor año. Pero llevamos dos años intentando tirarnos al suelo", explica. "Esto es una asociación. No se me exige un beneficio neto, sino un equilibrio en el presupuesto al servicio de la actividad cultural, pero la gente no se da cuenta del esfuerzo enorme que supone que nosotros tengamos que pagar el 75% de todo". De las Administraciones sólo reciben un 28% del presupuesto. "A diferencia de otras entidades culturales, nosotros no tenemos garantizado nada", se queja, aunque diplomáticamente refleja que no es una crítica hacia nadie.
De hecho, la diplomacia o relaciones institucionales es parte de sus tareas, junto a la gestión económica y a la dirección cultural, para la que se apoya en un equipo de 11 personas. Es la mente pensante de las actividades y exposiciones, por lo que reconoce tener que estar siempre al día. Sobre su mesa descansa un dossier de prensa y las secciones de cultura de El País, Le Monde, Frankfurter Allgemeine Zeitung y Corriere de la Sera para mantenerse informado de lo que se cuece. E intenta leer mucho, aunque menos que como editor, "pero más selectivo". Así que la noche le llega cada jornada en el Círculo: "Pienso en que si a algo le hubiera echado más horas, hubiera salido mejor. Esa angustia hace que le dedique mucho tiempo. El trabajo se convierte en infinito".
Una pequeña galería de arte
"No hay una institución equivalente. No, al menos, en Madrid. No es una biblioteca, pero hay libros. No es un museo, pero hacemos exposiciones. No es una universidad, pero acabamos de concluir los cursos de verano. No es un cine, pero hacemos vídeos. Somos muchas cosas", explica Juan Barja. En un símil, de su despacho se podría decir que no es una galería, pero está lleno de obras de arte. La mayor parte no estaban en el despacho cuando él llegó, aunque conserva cuadros de Esteban Palazuelo, Eduardo Chillida y un poema enmarcado de José Ángel Valente. Añadió algunos provenientes de la colección del Círculo, entre las que hay algún goya y algún picasso. æpermil;l prefirió a Bonifacio, Saura, Riego, José Guerrero y un poema dedicado de Gamoneda."De toda la vida, desde chaval, he tenido mi propia colección", asegura, por lo que decidió llevar sus propias obras, como una pintura y otra escultura de Miguel Galanda. También eligió una calavera de Carlos Bloch, muy acorde con el altar de muertos mexicano que reposa en la mesa, acompañando a figuras de Tintín y a una del cómico Buster Keaton. "Dicen que me parezco a él, por lo serio y antipático", dice con sorna.