Ir al contenido
_
_
_
_
Viajes

Tallín, la joya del Báltico

La capital de Estonia, con uno de los recintos medievales mejor conservados, ofrece al visitante veraniego días con 20 horas de luz

Puestos a sacarle parecidos, podría decirse que Tallín recuerda a Brujas y a Praga por la abundancia de torreones y edificios de riqueza cromática y un cierto aire a cuento de hadas. La capital de Estonia prepara sus credenciales para presentarse ante el mundo como Capital Europea de la Cultura en 2011, año también en el que el país sustituirá la corona por el euro. El principal reclamo es, sin duda, tener uno de los recintos medievales amurallados que mejor se conservan de Europa. Hoy están en pie 2,3 kilómetros de pared y tuvo 46 torres porticadas. æpermil;ste y otros atractivos convierten a Tallín (397.000 habitantes), a sólo 80 kilómetros por mar de Finlandia, en una de las joyas del Báltico.

La capital de esta antigua república soviética regala al visitante de junio días con casi 20 horas de luz. El corazón del casco antiguo es la plaza del Ayuntamiento, un recinto en el que confluyen ocho calles y en el que manda el edificio consistorial, que se conserva intacto desde el siglo XV. Se trata del único edificio del gótico tardío que se mantiene tal cual en todo el Báltico, incluida la torre. En su punta más alta se encuentra una veleta con la figura de Old Tomas, el símbolo de la ciudad. En la plaza abundan las terrazas y restaurantes, desde los que se puede observar un cielo que se resiste a oscurecer aun siendo la una de la madrugada.

Alrededor de la plaza se arremolinan las calles que forman la parte baja de la ciudad, donde en el Medievo vivía el pueblo llano, pues la nobleza residía en la parte alta. En esta segunda zona de Tallín se acumulan los edificios históricos. Uno de ellos es la catedral luterana de la Virgen María, de estilo gótico desnudo, que es íntegramente de color blanco. La catedral de Alexander Neski, edificio de 1900 situado frente al Parlamento, es también parada obligada.

Un paseo por intrincadas calles de adoquín lleva al visitante al mirador de Patkuli, que es como una pantalla gigante desde la que se divisa la multitud de torreones que conforman el casco histórico y, al fondo, el mar Báltico. Este mar, poco salado, se hiela en invierno y permite a los conductores adentrarse en él con el coche. Las vistas desde este enclave merecen realmente la pena, ya que se divisa el puerto, la parte antigua y la parte nueva de la ciudad, y el mar Báltico.

El puerto de Tallín ha sido la plataforma de crecimiento para una de las palancas del turismo en la capital estonia en la última década: los cruceros. La ciudad recibe al día miles de turistas por este medio de transporte, lo que origina en determinados puntos aglomeraciones que distorsionan en cierta medida ese ambiente de ciudad de cuento. Está abierto el debate sobre si los miles de turistas que llegan en barco generan en Tallín un negocio acorde con su número.

En Estonia, la ocupación soviética -la independencia se recuperó en 1991 por medios absolutamente pacíficos- es un asunto que pesa todavía. Y lógicamente quedan aún en la ciudad restos de ese periodo de dominación rusa. Se trata del barrio soviético, inconfundible por los edificios tipo colmena. Con el vecino que más relación mantiene Estonia es con Finlandia, está a dos horas de barco por el Báltico y el idioma de los dos países es similar. Como el portugués y el español. Lituanos y letonios tienen lenguas distintas, pero ambas más parecidas al ruso, que fue obligatorio en la escuela de las tres repúblicas hasta que terminó la ocupación soviética.

Playa Pirita

Tallín, pese a estar en el Báltico y de necesitarse manga larga gran parte del día en verano, no renuncia a las playas. Tiene cinco aptas para el baño y la más conocida y turística es la de Pirita (acogió los deportes de vela en los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980). Los estonios dicen que se bañan y que en los días soleados el agua alcanza rápidamente una temperatura confortable.

La nueva arquitectura tiene también cabida en esta ciudad trufada de zonas verdes (tiene 47 parques, el mayor es el Kadriorg). A medio camino entre el puerto y el casco histórico se encuentra el barrio de Rotermann, donde jóvenes arquitectos han aprovechado la antigua infraestructura fabril para reconvertirla en viviendas, tiendas, restaurantes y oficinas.

Con base en Tallín se puede programar un viaje de varios días por Estonia para conocer la ciudad universitaria de Tartu, el lago Peipus (hace frontera natural con Rusia) o cruzar el Báltico para conocer Helsinki.

Guía para el viajero

Cómo ir. La compañía Air Baltic ofrece vuelos entre Madrid y Tallín pero con escala en Riga (capital de Letonia). Desde Barcelona la conexión es directa entre la Ciudad Condal y Tallín. El coste en ambos casos ronda los 300 euros ida y vuelta.Dónde dormir. El hotel Telegraaf es un establecimiento de cinco estrellas ubicado a escasos metros de la plaza del Ayuntamiento, en pleno caso histórico.Dónde comer. Para sumergirse de lleno en el ambiente medieval de Tallín, es recomendable el Olde Hansa. Semioscuridad, mesas largas de madera, personal ataviado con trajes típicos y grandes jarras de barro para la cerveza trasladan al visitante unos siglos atrás.Dónde tomar algo. En el Clazz (junto a la plaza del Ayuntamiento) se pueden beber mojitos y escuchar música en directo.

Archivado En

_
_