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Tribuna
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¿Qué reforma?

Treinta y nueve son las páginas del BOE que ocupa la reforma laboral decretada por el Gobierno. Sueños frustrados. A la procesión de parados, la desconfianza exterior, la crisis económica y el desánimo social se une la inoperancia de nuestros gobernantes.

La presión ha arrancado esta reforma, no el convencimiento. Otra oportunidad perdida para modernizar nuestro mercado laboral. ¿Acabará la destrucción de empleo? El texto no lo incentiva, no lo abarata, y penaliza la temporalidad más que nunca. Es cierto que la existencia de dos tipos contractuales, los indefinidos y los temporales, es negativa, pero no parece un buen método castigar la contratación temporal cuando no se incentiva adecuadamente la indefinida.

Se demandaba que se objetivaran las causas para que fueran procedentes los despidos objetivos por razones económicas, de manera que el juego de la interpretación judicial fuera menor. Los abogados saben que en ocasiones las empresas, antes de ir a juicio, se han echado atrás y han reconocido como improcedentes despidos planteados como objetivos y han pagado indemnizaciones de 45 días, las previstas por el despido improcedente. ¿Por qué? Los datos nos dan una pista. El 78% de los despidos en 2009, tiempo de máximo apogeo de la crisis, han sido declarados improcedentes. Esto quiere decir que la hermenéutica judicial ha considerado improcedentes muchos despidos planteados como objetivos. Habría que eliminar la presunción que se desprende de algunas sentencias, de un empresario que despide compulsivamente y sin motivo. En este sentido, la reforma sigue dejando demasiado margen para que sea la interpretación judicial la que decida la objetividad del despido.

Otro de los problemas consiste en la excesiva rigidez de la negociación colectiva. No hay rastro de ello en la reforma. Al parecer, no hay voluntad de adaptarla a la realidad de las empresas. Tampoco va a mejorar con la reforma la insuficiente formación de los trabajadores. Por supuesto, no encontramos voluntad de adecuar los salarios a la productividad. En la era de la flexibilidad y el cambio, seguimos con la rigidez y los antiguos paradigmas.

Ni medidas eficaces para evitar la expedición fraudulenta de las bajas médicas y su consiguiente efecto negativo sobre los costes del sistema de Seguridad Social, además de los problemas que el absentismo ocasiona a la productividad de las empresas.

Se inicia el trámite parlamentario y enmiendas de todos los grupos para mejorar su texto. Existe poca confianza en que se alumbre la reforma necesaria.

Jordi Costa. Profesor de EADA y experto en relaciones laborales

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