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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Salarios más equilibrados en la banca

Por primera vez, la UE aprobó ayer normas comunitarias de obligado cumplimiento sobre las prácticas retributivas en el sector financiero. El alcance histórico de la medida puede calibrarse si se recuerda que hace sólo tres años, la UE sólo se atrevía a emitir recomendaciones no vinculantes sobre los salarios de los ejecutivos y que ningún país de la Unión, salvo Holanda, se dignaba a tomarlas en cuenta.

La crisis financiera desencadenada en 2007, y su contagio posterior a la economía real, ha terminado con esa resistencia. Y la directiva sobre requisitos de capital, que incorpora normas sobre los bonos bancarios, se aprobó ayer en el Parlamento Europeo por una abrumadora mayoría, algo impensable hasta hace poco en un hemiciclo dominado por conservadores y liberales: 620 votos a favor y sólo 27 en contra, con 35 abstenciones. La Eurocámara incluso ha dado luz verde a un perentorio calendario para aplicar los nuevos controles, porque la directiva prevé que se apliquen ya desde el próximo 1 de enero.

A partir de esa fecha, sólo el 30% de las bonificaciones podrán pagarse en metálico, y al menos la mitad deberá abonarse en títulos de la propia entidad. Y entre el 40% y el 60% de las primas deberá diferirse al menos tres años, para poder comprobar los efectos reales de las decisiones tomadas por los ejecutivos o brókeres beneficiados. Si las inversiones no han logrado la rentabilidad deseada, el pago podrá cancelarse.

Bruselas confía en que las nuevas normas destierren la cultura del riesgo descontrolado a la que se atribuye parte de los excesos cometidos los últimos 20 años por el sector financiero. La planificación a más largo plazo de las políticas de inversión debe servir tanto para frenar la volatilidad injustificada de los mercados como para canalizar recursos financieros hacia sectores verdaderamente productivos, y no hacia arriesgadas apuestas cortoplacistas que sólo generan lucro personal para algunos directivos.

Los objetivos de la nueva ley parecen, por tanto, encomiables. Pero no conviene pensar que acabará con todos los males. Por lo pronto, la directiva deja a las entidades la potestad de limitar las primas en base a unas directrices generales. Y la iniciativa europea puede tener escasos resultados, o incluso contraproducentes, si el resto de países del G-20 no adoptan medidas similares. En un sector tan competitivo e innovador como el financiero, está claro que ningún bloque, ni siquiera el europeo, puede aspirar a erradicar por sí solo las prácticas menos sostenibles ni a regular en detalle los modelos de remuneración. Lo que debe lograrse es una cultura de la responsabilidad y la ecuanimidad a toda la banca mundial. Será difícil, pero también parecía imposible hace tres años que se aprobara una directiva para controlar los bonos.

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