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Columna
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Una huelga general para cada reforma laboral

Nuestra norma electoral básica se recoge en el Estatuto de los Trabajadores, aprobado al inicio de nuestra democracia y modificado en varias ocasiones, sin que ninguna de estas reformas haya supuesto una variación esencial. La base legal de nuestros contratos la estableció Girón. Resulta llamativo comprobar la similitud entre la Ley de Contratos de Trabajo de 1944 con la de 1931. Y el Estatuto de los Trabajadores del 80 es heredero de esa forma de entender las relaciones laborales, conformando un sistema judicializado, proteccionista y rígido, propio de los años cincuenta del siglo pasado.

El Estatuto de los Trabajadores que la UCD aprobó en 1980 estaba imbuido del espíritu paternalista coherente con una economía cerrada, proteccionista y corporativa. Las normas laborales franquistas apenas si contemplaban otra institución que la del empleo fijo, fuertemente protegido por una judicatura adiestrada para ello. Este sistema caló en nuestra mentalidad hasta el punto de dificultar en grado extremo cualquier intento de modernización. Teníamos que competir, y nos resultaba del todo imposible con esas reglas del juego. Pero mover una sola coma del texto sagrado costaba sangre, sudor y lágrimas. Como prueba del grado de resistencia al cambio, podemos comprobar que cada reforma laboral de cierta entidad ha sido protestada por su correspondiente huelga general, salvo la pactada en 1997.

Cinco huelgas generales han tenido lugar por motivos laborales. Los sindicatos mayoritarios acaban de convocar la sexta, dilatándola de forma extraña hasta finales de septiembre de 2010. El 20-J de 1985, bajo el lema No al recorte de las pensiones, se convocó una huelga contra el Gobierno de Felipe González por su reforma de la Ley de Pensiones en la que aumentó el periodo de cálculo de la pensión desde los dos hasta los ocho años. Para que se pueda observar la evolución de la sociedad española, en 1994, en el conocido Pacto de Toledo, se aprobó la ampliación del periodo de cálculo a 15 años, con un alto consenso social y político. En la reforma que se proyecta para 2010, es posible que este periodo se amplíe más. Lo que motivaba una huelga general hace 25 años, hoy parece poca cosa. ¿Por qué? Pues porque nuestra sociedad envejece y la relación cotizante/pensionista se deteriora.

La siguiente huelga general se convocó el 14-D de 1988 bajo el lema Para que no siempre paguemos los mismos. Juntos podemos, contra el plan de empleo juvenil y la política económica del Gobierno. La reforma laboral aprobada por decreto ley en 2010 contempla medidas de empleo juvenil de similar calado sin que haya motivado ningún tipo de protesta sindical. El 28-M de 1992 se convocó una tercera huelga general contra el Gobierno de Felipe González bajo el lema Se equivocan, así no es posible para protestar contra del recorte de las prestaciones por desempleo. Desde entonces no se han tocado, salvo algunos ligeros recortes en 2002 y los 420 euros de subsidio aprobados de forma coyuntural durante la presente legislatura.

La cuarta huelga general -y probablemente la de mayor repercusión- contra Felipe González se celebró el 27-E de 1994 bajo el lema Por el empleo y la solidaridad contra la reforma laboral, que creó la figura del despido por causas objetivas de 20 días, que acaba de ser levemente retocado en la reforma de 2010. El 20-J de 2002 se convocó una huelga general contra el Gobierno de Aznar por la reforma en el sistema de desempleo y de la Ley Básica de Empleo bajo el lema Empleo y protección social son tus derechos. ¡Que no te los quiten!

En junio de 2010 se acaba de convocar una huelga diferida al 29 de septiembre contra la última reforma laboral. En resumen, nuestra democracia laboral es un esfuerzo por flexibilizar unas instituciones laborales consagradas a finales de los años setenta y herederas de las normas franquistas. Todo lo que se ha conseguido son ligeras modificaciones de estas normas, para lo que se han tenido que vencer enormes resistencias sociales y sindicales. Como muestra de ello, la exagerada reacción de convocar una nueva huelga general en 2010 en protesta de una reforma limitada que parece mover mucho para dejar todo prácticamente como estaba.

Manuel Pimentel

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