Luces y sombras de la presidencia española
España ha dado la talla, ha estado a la altura en una coyuntura muy difícil". Con esta frase resumía ayer el secretario de Estado de la UE, Diego López Garrido, el balance que, en su opinión, ha ofrecido la presidencia española de la UE que ayer finalizó. Sus palabras no pueden estar más lejos de la realidad de lo que opinan servicios de estudios y analistas dentro y fuera del país. Todos ellos se ponen de acuerdo en criticar el bajo tono de la presidencia española y cómo las circunstancias económicas e institucionales han superado sus previsiones. España inició el semestre, con la intención de fortalecer la gobernanza económica de la UE y ha tenido que digerir, primero un retraso en la formación de la nueva Comisión Europea, y después gestionar un ataque masivo de los mercados contra el euro que ha estado a punto de herir de muerte a la Unión Monetaria. El protagonismo que José Luis Rodríguez Zapatero esperaba utilizar para consumo interno se ha tornado en tormenta inesperada cuando España quedaba en el ojo del huracán de movimientos especulativos, con rumores incluso de intervención de la economía nacional, como ocurrió con Grecia, incapaz de hacer frente a sus compromisos de pago de su deuda.
En el activo español figura una cohabitación "correcta" con Herman Van Rompuy, que estrenó el nuevo cargo de presidente del Consejo Europeo, en este semestre, según estipula el Tratado de Lisboa. Quedan como sombras su pretensión de avanzar en una política económica común y la suspensión de cumbres anunciadas por el propio Zapatero como las que iban a celebrarse entre la UE y Estados Unidos, la de la Unión por el Mediterráneo, una reunión de alto nivel con Egipto y el acuerdo de libre comercio con Rusia. Ante tales limitaciones, la vicepresidenta de la Comisión Neelie Kroes se ha limitado a destacar la aportación española para cimentar la colaboración entre las diversas instituciones comunitarias, dentro del nuevo entramado jurídico del Tratado de Lisboa.
Hoy, Bélgica recoge el testigo de Madrid con el objetivo de potenciar el debate sobre la gobernanza económica. El ministro de Finanzas, Didier Reynders desea alumbrar una convención en donde Parlamento Comisión y expertos debatan sobre la reformas económicas que necesita la UE. Por lo demás, el Gobierno belga sumará entre sus prioridades la aplicación del programa de Estocolmo en materias de justicia e interior y la sempiterna recuperación económica, amenazada por los planes de ajuste fiscal de casi todos sus miembros. De nuevo, retos con riesgo de quedar incumplidos.