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A fondo

Dos viejos enemigos buscan armisticio

En toda guerra hay varias estrategias posibles. Una de las más tradicionales pasa por sumar las máximas fuerzas para arrasar al enemigo en la batalla. Otra es menos cruenta: se trata de enseñar al rival esas fortalezas para que se dé cuenta de lo irremediable y entregue su rendición antes de que se derrame la primera sangre.

Aunque esté lejos de aparentarlo, esta última estrategia es la que Telefónica está poniendo en marcha contra PT. El trofeo es la brasileña Vivo, que durante ocho años han compartido al 50%, pero nunca la propiedad ha estado a la par que la sintonía.

Cada nuevo órdago, declaración de guerra o agresión que ha protagonizado Telefónica ha tenido como objetivo mejorar su posición si se llega lo irremediable, la votación en junta, pero sobre todo ha intentado forzar no ya la negociación, sino el acuerdo (rendición).

De ahí que la primera oferta de 5.700 millones de euros llegara después de meses de contactos y de intentar otros caminos menos drásticos para resolver la situación de Telefónica en Brasil. Más llamativa fue la segunda propuesta, de 6.500 millones y plagada de condiciones cuando menos insólitas, como la venta de Vivo en tres años o la compra de un call center de Portugal Telecom en Brasil, cuando Telefónica dejó claro hace tiempo que este negocio estaba lejos de ser estratégico para ella.

El nuevo rechazo de Portugal Telecom fue demasiado para la operadora española. Su presidente, César Alierta, habló por primera vez del tema y lo hizo para explicar a quien quisiera escucharlo que esa oferta había sido negociada y que las condiciones llamativas estaban ahí porque las había pedido PT.

A partir de ahí, la petición de un dividendo extraordinario y la venta de un 8% del capital de Telefónica en PT para garantizar más voto favorable ante el más que posible veto a que hablara por sí misma no son sino ejemplos de fuerza para convencer a la portuguesa de que perderá y le conviene pactar para sacar más.

Es cierto que nada indica que la estrategia esté funcionando. Negociada o no, la oferta de 6.500 millones ha sido rechazada, el dividendo no se debatirá en la junta y no está claro que el 8% que Telefónica ha vendido vaya a poder votar. Y es que la visión de PT es distinta a la de Telefónica y lo que la española considera concesión no deja de ser una agresión para la portuguesa, que no entiende por qué debe renunciar a Vivo y encima hacerlo de buenos modos.

Por ahora, Portugal Telecom ha conseguido conjurar las dos últimas amenazas que Telefónica había planteado para forzar una negociación. Y el tiempo empieza a agotarse. La junta es el próximo miércoles y por mucho que los analistas den la victoria del sí por muy probable, Telefónica sabe que los votos son muy justos. La española preferiría no tener que jugárselo todo a cara y cruz, ni depender de cuántos accionistas van, si hay los suficientes extranjeros y si todos pueden votar o PT logra vetar a unos cuantos. El problema es que Portugal Telecom elige entre perder Vivo y perder Vivo. Entre las dos, por ahora ha preferido morir matando, al menos así tiene una oportunidad. Quedan cinco días para que cambie de opinión.

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