El cuartel de invierno de la UIMP
El rector Salvador Ordóñez deja la sede de Madrid para gestionar desde Santander.
Maletas por los pasillos, cajas embaladas en los despachos. Este pasado miércoles, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) parecía que la mudanza descansaba, olvidada en el tiempo. En realidad, es un baile ensayado anualmente, cuando todos los trabajadores de la sede madrileña, incluido el rector, se trasladan a Santander, junto a sus bártulos, incluso sillas y ordenadores. El jueves se hace el viaje; el viernes, la instalación, y el lunes todo el mundo está trabajando en su puesto de verano.
"Es maravilloso, todo está perfectamente planificado. El lunes hasta la impresora funcionará correctamente", explica el rector, Salvador Ordóñez, en el cargo desde 2006. La UIMP deja su cuartel de invierno, en los alrededores de la Ciudad Universitaria, para trasladarse al Palacio de La Magdalena. Ordóñez (Lena, Asturias, 1946) deja su vetusto lugar de trabajo, en el que pasa nueve meses, para ocupar hasta septiembre el despacho palaciego que fuera de Alfonso XIII, con un mirador espectacular al mar. "Trabajamos aquí durante todo el año y florecemos en verano", bromea.
El lunes ya estará inaugurando cursos de verano, el alma de esta universidad, creada en 1932 en Santander por el ministro socialista Fernando de los Ríos. Esa misma semana, Ordóñez tendrá una comida con los ministros de Hacienda vivos de la democracia, excepto Rodrigo Rato, que llegará a su correspondiente curso más tarde. Pero eso no quiere decir que el rector veranee en el lugar donde lo hacía la corte hace un siglo. Martes y jueves los reserva para viajes a otras sedes y a otros encuentros. Los miércoles son para una comida con todos los directores de los eventos que se celebren esa semana. "Se aprende mucho de personas tan importantes y tan diversas", asegura.
El resto del año también viaja constantemente. De hecho, mantiene su residencia en Alicante, adonde se traslada cada fin de semana. "El trabajo del rector es de marketing, con asiduos viajes, de contacto con patrocinadores, de recoger ideas y de relaciones institucionales", aclara. Pero vuela incluso fuera de España con relativa asiduidad, ya que apostó desde un principio por la internacionalización de la universidad.
Sobre la mesa del despacho, una bandera diseñada por un anterior colega: el ex ministro Ernest Lluch, asesinado por ETA. El pasado de la institución de rectores como Lluch, Ramón Menéndez Pidal o Pedro Laín Entralgo, "pesa mucho", reconoce Ordóñez. De la etapa iniciática de la universidad quiere rescatar "el ambiente intelectual libre", "un modelo irrepetible", "todo aquello que un estudiante podía desear y que le cambiaba la vida". Ahora recomienda a los alumnos disfrutar de las personalidades que difícilmente podrán encontrar en otra ocasión, que hagan sus propias aportaciones para crear conocimiento y "construir redes" de contactos.
æpermil;l conocerá y charlará con cientos de personas. A las 8.30 de la mañana estará en el despacho, luego se repartirá entre inauguraciones y clausuras, además de asistir a las actividades culturales, así como arreglar aquellos problemas de coordinación que puedan surgir. "El trabajo es bastante agotador". Pero, en realidad, dice que el día a día lo delega mucho en su equipo, del que muestra una foto que tiene enmarcada en una estantería, al lado de otra con la reina Sofía. "Sin esta gente, esto no funciona". "Un buen rector debe tener la capacidad de diálogo, de negociación y saber utilizar eficientemente los recursos. Bueno, cualquier buen gestor debe tener estas cualidades".
æpermil;l sabe mucho de gestión. Ha sido rector de la Universidad de Alicante y secretario de Estado de Universidades en los dos primeros años de Gobierno socialista. "No echo de menos la política", confiesa, aunque asegura que de aquella época lo mejor que le queda son las personas que conoció. Lo más amargo fue "todo aquello que no me dio tiempo a hacer, pero yo, sobre todo, me siento profesor universitario". Concretamente, catedrático de algo que en principio parece ligeramente aburrido: petrología y geoquímica. Aún hoy mantiene su laboratorio en su universidad de origen, donde intenta compaginar la actividad investigadora con su cargo.
Enganchado al iPhone
Al entrar al despacho rectoral, con un simple vistazo, se puede ver que Salvador Ordóñez no ha cambiado nada desde que tomó posesión. Sólo modificó una cosa. "Cambié el modelo de teléfono por un iPhone, para estar conectado en cada momento con la propia casa. En un aeropuerto puedo hacer el mismo trabajo. En lo que ha durado la conversación tengo siete e-mails nuevos", dice mientras consulta y enseña su teléfono. Además, es uno de sus legados en su cargo: la digitalización de la universidad, con biblioteca virtual, la UIMP 2.0 o una televisión online. Sobre la mesa, un proyecto encuadernado de otra de sus apuestas, la futura Escuela Internacional de Posgrado, el campus de excelencia conjunto con la Universidad de Cantabria. Al lado del libro, un juguete de madera con ruedas dentadas de plástico de vivos colores. "Lo utilizo mucho en las reuniones. Si alguna pieza se separa, no funciona, ¿ve?", dice mostrando cómo funciona. "Si alguna se bloquea, tampoco funciona". La metáfora más gráfica del trabajo en equipo.