La tercera y la cuarta caja de España se diluyen
Ahí estaban las dos, Bancaja y Caja Mediterráneo (CAM), orgullosas, en la parte alta del ránking de cajas de ahorros españolas. La tercera y la cuarta, por detrás de La Caixa y Caja Madrid. Habían crecido mucho en la última década. Oficinas por todas las provincias del país, delegaciones en Miami, Shanghai o Londres. Dos gigantes financieros valencianos... con pies de ladrillo.
En menos de un mes, las dos cajas han acabado en operaciones de concentración en las que no van de líderes. La situación interna de las dos cajas ha facilitado operaciones que en otros momentos hubieran encontrado una fuerte resistencia. A CAM se impuso primero el Banco de España. Se lanzó a buscar socios, esquivando a la temida Caja Madrid y a su enemigo natural, Bancaja. Negoció y negoció. Pero Cajamurcia a BBK, entidades mucho más pequeñas que ella, le tomaron la delantera. La razón: ellos eran los solventes. Al final Cajastur, con la mitad de activos que CAM se hizo con la misma participación de la entidad resultante que la entidad que preside Modesto Crespo. Todo un síntoma.
Veremos cómo queda Bancaja cuando se detallen los acuerdos del SIP con Caja Madrid y otras cinco pequeñas cajas que esta tarde aprobarán los consejos de administración. Algunas fuentes apuntan ya a que el acuerdo alcanzado por Olivas con Rato es mucho mejor que el de CAM. De momento, se sabe que la sede social de la nueva entidad estará en Valencia, pero todo está pendiente de los detalles y de los porcentajes.
En el SIP de CAM y Cajastur, el hombre fuerte será Manuel Menéndez, presidente de los asturianos y futuro consejero delegado del banco que se cree. En el de Caja Madrid y Bancaja, nadie pone en duda el ascendente de Rodrigo Rato. Seguro que esa imagen se matizará con cargos representativos, ubicación de sedes sociales o cargos del segundo escalón. Olivas seguramente mantendrá el Banco de Valencia.
Pero lo cierto es que la tercera y la cuarta caja de ahorros españolas no han podido liderar procesos tal como querían.
Ni los empresarios que ahora lloran la pérdida de las dos cajas, ni los políticos -tampoco la sociedad en general- se han lanzado al ruedo para salvar el sistema financiero local. Si en Galicia Alberto Núñez Feijoo peleó para evitar perder a Caixa Galicia o Caixa Nova, si en Castilla y León se logró el acuerdo en Caja Duero y Caja España, si en Cataluña intentan que no se les escape ninguna de sus decenas de cajas pequeñas, en la Comunidad Valenciana el Gobierno de la Generalitat está por otras cosas.
Quizá encontrar las razones para saber por qué se ha llegado a este punto sea motivo de estudio de futuro. Pero a simple vista, algunos lamentarán las piedras que ellos mismos pusieron en los intentos de fusión de Bancaja y CAM. Otros se avergonzarán de los agujeros que dejan en las cajas porque pidieron un dinero para negocias inmobiliarios que la caja les dio por ser quien eran. Otros quizá confíen en que pasen desapercibidas operaciones cuanto menos dudosas, como Terra Mítica u otros proyectos públicos. Las respuestas a todas estas preguntas se irán conociendo a lo largo de los próximos días. Pero la mayoría del mundo económico tiene claro que al final de la partida, Rato tendrá la caja que quería cuando llegó a la presidencia de Caja Madrid. Y que la Comunidad Valenciana ha perdido su sistema financiero autóctono. Y eso que eran la tercera y la cuarta caja de España.