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El plan de recorte de Alemania
Tribuna
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Los alemanes piensan en el después

El periodo de la vacilación y de las quejas se ha terminado. El Gobierno alemán se ha puesto las pilas para decidir en tiempo récord el programa de ahorro más grande en la historia de la República. Según el plan, hay que ahorrar 86.000 millones de euros. Para la canciller alemana Merkel eso es un reflejo del trabajo común extraordinario, mientras la oposición habla de la bancarrota de la política del Gobierno. Independientemente de la interpretación política, en tan sólo 17 horas el Consejo de ministros ha cerrado un paquete que cuenta con la mayoría en el parlamento. En tiempos de crisis y de respuestas rápidas se demuestra lo que significa para un Gobierno contar con mayorías parlamentarias más que suficientes.

En su búsqueda por reducir el gasto público, la coalición de CDU y FDP ha evitado aumentar impuestos que ponen en peligro el futuro crecimiento del consumo. Tanto los impuestos sobre la renta (IRPF) como el IVA serán intocables. Con esta decisión el Gobierno alemán intenta gestionar el frágil balance entre cortar gastos y mantener el crecimiento económico.

Para llegar a los 86.000 millones de euros está acordado que el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales aporte la cantidad más grande. Eso no sorprende teniendo en cuenta que alrededor del 50% del presupuesto público lo ocupa el gasto social. La reestructuración del gasto social con recortes en la ayuda a desempleados y el apoyo económico para familias con niños suponen 30.000 millones de euros y provocan las criticas de la oposición hablando del desmontaje social. Este argumento tiene su relevancia y cada recorte social hace temblar los pilares de la economía social y el principio de la solidaridad. No obstante, desde hace mucho tiempo, diferentes grupos de la sociedad alemana piden una evaluación de la eficiencia y la eficacia de la política social y creen que hay mucho margen para mejorar el efecto social. El crecimiento continuo de las políticas sociales en los últimos años provoca una reforma social que no sólo responde a la crisis actual sino a las tendencias demográficas y globales.

Otros recortes se producirán en el gasto militar, en el gasto de la Administración pública y en algunas subvenciones para la industria. Igual que en otros países se puede esperar manifestaciones en contra de algunas de estas políticas, pero los sondeos de los últimos meses demuestran que las preocupaciones alemanes respecto al futuro y la imperiosa necesidad de hacer algo ya, aunque eso tenga un coste.

Parece que el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, Miguel Ángel Moratinos, mira con una cierta alegría el mal ajeno de Alemania diciendo que también la todopoderosa RFA no se puede liberar de las políticas de ajuste. En consecuencia, Moratinos pide una política común de los 27 en Europa. Es una propuesta que causa simpatía porque apela al sentido común de los europeos, pero ignora las diferencias económicas. Donde no deberían existir diferencias es en el esfuerzo de mejorar la competitividad económica de los 27. El euro pide convergencia económica y la globalización reclama que los productos europeos puedan competir en los mercados internacionales. La canciller Merkel quiere que el euro salga reforzado de la crisis financiera. Eso ocurrirá siempre y cuando los países de la zona euro vuelven a un crecimiento económico estable con productos competitivos y la consiguiente creación de empleo. Para conseguirlo hace falta inversión en activos que tienen su retorno también para futuras generaciones. En este sentido el Gobierno germano evitó cortar gastos en educación e investigación, al contrario, hay planes de gastar 12.000 millones de euros más en I+D hasta 2013. Tampoco habrá recortes en las inversiones en infraestructuras.

Volviendo al balance entre ahorro y crecimiento, el reto para los Gobiernos está en la gestión de recursos financieros, más escasos que nunca. Lo que se puede ver es que los países que sufren de una baja credibilidad financiera actúan de manera más cortoplacista intentando calmar a los mercados, mientras los países menos afectados por los mercados financieros echan ya un vistazo hacia la época después de la crisis. Lo que demuestra que la crisis actual está sentando las bases para una mayor divergencia económica postcrisis.

Martin Rahe. Profesor de Economía Internacional de EADA

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