Política financiera
El principal inconveniente de una unión monetaria es que los Estados pierden dos importantes instrumentos de ajuste a corto plazo: la política monetaria y la cambiaria. Este inconveniente es tanto mayor cuanto mayor sea la probabilidad de que los países registren crisis singulares, cuanto peor funcionen instrumentos de ajuste alternativos (flexibilidad de precios y salarios y movilidad de factores productivos), cuanto más desequilibradas se encuentren las finanzas públicas (pues ello hace inviable la aplicación de políticas anticíclicas a nivel nacional), y cuanto menos probable sea que los demás Estados, en caso de crisis singular, estén dispuestos a echar una mano.
La creación de la eurozona fue un acto de voluntad política, no acorde con las exigencias de una zona monetaria óptima. Las insuficientemente aplicadas cuatro libertades de circulación tratan de lograr la flexibilidad de precios y salarios y la movilidad de factores; el Pacto de Estabilidad trata de asegurar la disciplina fiscal, y la política financiera común brilla por su ausencia.
La crisis financiera internacional ha generado una intensa recesión que deja tras de sí una profunda crisis fiscal asimétrica en la eurozona. Ello, por la divergencia de productividad entre Estados, los estabilizadores automáticos, muy fuertes en Europa, y también las intensas medidas de estímulo aplicadas por los Gobiernos.
Los episodios de los últimos meses enseñan que en la eurozona la política anticíclica y la de cohesión operan con límites relacionados con el desequilibrio de las finanzas públicas; límites que los mercados financieros (en los que actúan no sólo deleznables actuaciones especulativas sino también lógicas reacciones defensivas) se encargan de precisar. Cuando se superan esos límites el sector público queda KO y sólo cabe ajustar sus finanzas, con o sin ayuda de otros Estados, o abandonar la eurozona.
Las medidas adoptadas por el Ecofin y el BCE crean un complejo fondo de rescate para afrontar situaciones de emergencia de deuda soberana, asegurando la estabilidad del euro. En este fondo participa el FMI, que aporta dinero y experiencia. Por otro lado, tiene lugar el anuncio de una oportuna intervención del BCE en los mercados financieros y de divisas, con medidas excepcionales: comprando renta fija (evitando el desplome de sus cotizaciones y la del euro) e interviniendo en el mercado de divisas con oferta de dólares para evitar una indeseada evolución del tipo de cambio del euro. Todo ello adoptando medidas monetarias compensadoras que eviten incumplir el objetivo antiinflacionista.
Sean bienvenidas, pues, las medidas del Ecofin y del BCE. En ausencia de Gobierno económico, por lo menos parece que las instituciones europeas ponen en marcha la política financiera que urgentemente necesita la eurozona, so riesgo de desaparecer. La continuidad de la eurozona exige convergencia en competitividad (que reduzca el riesgo de crisis singular), mecanismos de ajuste alternativos (flexibilidad de precios y salarios) y, por supuesto, disciplina fiscal y solidaridad entre Estados.
José Ramón de Espínola. Director del Departamento de Economía de la Universidad Pontificia de Comillas ICAI-Icade