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El caso griego

Los griegos se hipotecan con Europa

El país afronta el desafío de atajar la evasión fiscal y la economía sumergida, requisitos para cumplir el plan de ajuste y devolver la ayuda.

La cuna de la civilización occidental, el germen indiscutible de Europa, es hoy también el lugar del que parte la principal amenaza para el proyecto político y económico más ambicioso de la historia contemporánea europea. Grecia vive estos días muy lejos de su gloriosa historia. Ha asumido su bancarrota y ha recurrido a la ayuda de la Unión Europea y el FMI, que le concederán un préstamo de 110.000 millones de euros en los próximos tres años con el que afrontar el pago de su pesada deuda. El precio es un riguroso plan de ajuste, de 30.000 millones de euros, que debe recortar de forma contundente el déficit público, del 13,6% del cierre de 2009 al 2,6% en 2014.

Pero los grandes, y trabajosos, acuerdos económicos, como el conseguido para Grecia, tienen también un inevitable y duro reverso. El recorte del gasto público caerá con todo su peso en las espaldas de los griegos, arrinconados ahora en la condición de deudores de sus vecinos europeos. Grecia deberá devolver esos 110.000 millones de euros con un tipo de interés, preferente, del 5%. Pero ¿cómo es el país que acaba de entrar en una parálisis de gasto que debe durar, al menos, tres años? ¿Será capaz de emprender las reformas necesarias para devolver el préstamo?

Para muchos, el desafío está a la altura de la mitología griega. "Los griegos viven en una especie de esquizofrenia. Convencidos por un lado de que son la cuna de Europa y, al mismo tiempo, de que están fuera de ella. En ocasiones, se escudan en la herencia otomana para justificar lo malo, lo que les diferencia del resto de europeos", explica Irene Martín, profesora de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid.

El peso de la burocracia

Grecia sufre de una elevada economía sumergida, que algunas fuentes cifran en el 30% del PIB, y de un mastodóntico sector público, alrededor del que gira el país. "El sector público griego es el menos eficiente de Europa. Y en este aspecto, el país no ha mejorado en los últimos 30 años", afirma Nikolaos Georgantzis, catedrático de Teoría Económica de la Universidad de Granada. En su opinión, Grecia afronta una oportunidad única en estos momentos para dejar atrás las prácticas que han arrastrado al país a la situación actual. "Los griegos se han acostumbrado a vivir por encima de sus posibilidades", un rasgo de identidad compartido por otros países mediterráneos, incluida España.

"Es verdad que somos demasiados funcionarios, pero es resultado de las promesas electorales de los Gobiernos de las últimas décadas. Los Gobiernos han estado despilfarrando el dinero público en los últimos 30 años. Y ahora son los trabajadores, públicos y privados, los que tienen que pagar la factura", critica Tina Theotokatou, funcionaria en un municipio de la isla de Kefalonia. A Tina, que trabaja como ingeniera, le han recortado el sueldo en 3.000 euros anuales, dentro del plan de ajuste acordado por el Gobierno de Yorgos Papandreu con la UE y el FMI. "Por ahora no hay cambios radicales en nuestro día a día, pero también van a subir los impuestos. El coste de la vida cada vez es más alto", explica. Así, el IVA se elevará al 23%, después de que en el mes de marzo ya se aprobara un aumento del 19% al 21%. Aumentarán también en un 10% los impuestos especiales sobre el tabaco, el alcohol y los combustibles.

"Los profesionales liberales apenas tributan en Grecia. La renta media que declaran es ridícula, son ingresos fuera de control del Estado", añade Irene Martín. El otro foco del que se alimenta la economía sumergida en Grecia está en el pequeño comercio, con "gran peso en la actividad económica del país", según Martín. En tal situación, los trabajadores, o bien no cobran lo que deberían, o no cotizan a las arcas del Estado.

Los expertos coinciden en la dificultad de conocer con exactitud la verdadera situación de las finanzas griegas, incluso después de que quedara desenmascarado el continuo falseamiento de las cuentas públicas que los Gobiernos anteriores comunicaban a la Comisión Europea. Tras su llegada al poder el pasado año, el Gobierno de Papandreu reveló que el déficit público de Grecia se elevaba a 12,7%, muy lejos del 3,7% reconocido por el anterior gabinete. "Grecia falseó sus cuentas ante Bruselas durante años. Y en el ambiente de euforia previo a la actual crisis internacional, el engaño era mucho más fácil de mantener", apunta Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano.

La propia Comisión Europea también miró hacia otro lado durante años. El comisario de Comercio, Karel de Gucht, reconocía esta semana que la Comisión Europea era consciente del engaño. "La incorporación a la zona euro no se reflejó de forma automática en una reducción de la corrupción institucional", señala Transparency Internacional, una organización no gubernamental que investiga la corrupción a escala global y que, de acuerdo con sus estudios, coloca a Grecia en el último lugar de Europa en términos de transparencia, al mismo nivel de Bulgaria o Rumanía.

Dimitris Kalekonstantinopoulos, ejecutivo de una multinacional en Atenas, se lamenta de que la inseguridad es total al hacer negocios, porque nunca ha habido un sector privado sano. Con los ojos de Europa puestos sobre Grecia, la odisea para devolver las ayudas acaba de empezar.

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