El BCE y la UE deben sacar la artillería
El bono español a diez años se pagó ayer 163 puntos básicos por encima del alemán. Un nivel para preocuparse seriamente, porque si los mercados siguen descontrolados, y todo apunta a que continuará la tendencia iniciada a principios de año, ésta se agudizará y complicará más la financiación de la economía española. Afortunadamente, y por ahora, la dificultad se limita a la rentabilidad. Porque la fidelidad de la demanda quedó demostrada ayer en la subasta de bonos a cinco años, en la que el Tesoro colocó 2.350 millones de euros y cosechó una solicitud superior a los 5.000 millones. Cierto que hubo que pagar un 3,52% -el nivel más alto desde mayo de 2008- cuando hace un mes el interés de este mismo tipo de activo se situaba en el 2,81%.
Ante semejante panorama, es ingenuo limitarse a responsabilizar a unos fantasmagóricos especuladores desalmados, que lo único que hacen es aprovecharse de las oportunidades que les brinda la ineficacia de las medidas políticas. En este sentido, parece casi tragicómico que el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, diga ver indicios de criminalidad económica detrás de los ataques especulativos contra el euro. Si así es, no debe perder un segundo en perseguir a los culpables, si sabe quienes son y dónde están.
La UE no dispone de una fiscalía europea dedicada a investigar delitos económicos, algo que según el fiscal está en la cartera de propuestas pendientes. Estados Unidos o Reino Unido persiguen este tipo de delitos. Aunque lo consigan con éxito relativo, parece razonable que también se haga desde las instituciones comunitarias. Pero, desde luego, nadie piense que será una vacuna contra las crisis económicas.
Lo que urge es adoptar soluciones para atajar los ataques contra la moneda única y en especial contra la deuda pública de los llamados países periféricos (Grecia, Portugal e Irlanda, pero también Italia y España). Es patente que la prolongada crisis que vive la economía tiene que ver con la forma de actuar de unos mercados que buscan rentabilidades rápidas. Baste decir que el diferencial con el bono alemán a diez años se amplió ayer de forma generalizada: Italia, hasta 149 puntos básicos; Irlanda, hasta 300; Portugal, a 335; Grecia, a 851, y Reino Unido, hasta 100. Una prueba más de que la solución sólo valdrá si es conjunta.
Y las cosas no se están haciendo bien. La actuación de la Unión Europea deja mucho que desear, con una Alemania que ha dilatado en exceso la ayuda a Grecia y sembrado dudas entre los inversores sobre la solidaridad dentro del club del euro. Si hace meses se hubiesen tomado medidas tajantes con la aprobación de un plan de rescate, la bola de nieve no seguiría creciendo. En cambio, los mercados sólo han recibido hasta ahora declaraciones de intenciones tímidas y poco creíbles. El BCE tampoco estuvo ayer a la altura de las circunstancias en su reunión mensual. Los analistas descontaban que Jean-Claude Trichet anunciaría un fondo para comprar deuda soberana en dificultades, como se hizo con las cédulas hipotecarias, incluso barajaron recortes de los tipos de interés. Al no recibir satisfacción a sus expectativas, reaccionaron como lo suelen hacer: manifestando la frustración con nuevas ventas masivas.
Tampoco se salvan los Gobiernos afectados, incluido el español, temerosos en la aprobación y ejecución de planes de ajuste presupuestarios sólidos. El FMI recomendó ayer a España que acelere sus medidas de saneamiento. Si el organismo multilateral muestra dudas, qué no pensarán los inversores. La crisis griega ha desbordado las fronteras. Está por ver si el mensaje que emitan hoy los jefes de Estado y presidentes de Gobierno de la zona euro, reunidos en Bruselas, será suficientemente contundente para ganar credibilidad en sus planes.
El enorme susto que produjo ayer el inusitado desplome del Dow Jones en EE UU -durante unos minutos llegó a caer más del 9% por errores en las órdenes de venta en varios valores- no es sino una muestra más del nerviosismo que domina todos los mercados. Para evitar tanta incertidumbre es imprescindible que los Ejecutivos europeos, la Comisión y el BCE utilicen todas las herramientas a su alcance, hasta demostrar que la zona euro tiene fortaleza suficiente para salir airosa de esta gran crisis.