La joven fotovoltaica y la familia energética
El pasado abril, The Economist publicó un artículo sobre la energía solar fotovoltaica en el que comparaba la tecnología con un adolescente: "Era un pequeño bebé, reluciente, nuevo y lleno de promesas; un día crecerá hasta ser un sólido ciudadano, y muy probablemente de mucha importancia, pero ahora está atascado a medio camino: ya no es un niño mimado, pero tampoco puede abrirse camino por sí solo".
Se trata de un buen símil de partida, en el que podemos profundizar un poco. Pongamos una familia que pasa apuros económicos y tiene un hijo en la universidad. Es caro alimentarlo, vestirlo y pagarle los estudios, pero el chico estudia bien y debe terminar su carrera. Sin embargo, los hermanos mayores, que ya se ganan la vida por sí solos y aportan mucho a la familia, afirman que las finanzas familiares se solucionan si se deja de ayudar al estudiante, por muy bien que haga los deberes o por mucho potencial que tenga.
Probablemente, los padres recuerden que los hermanos mayores, hace unos años, les auguraban que el niño no pasaría de los estudios primarios, o que, si llegaba a la universidad, estropearía todo el funcionamiento y la dinámica familiares. Probablemente, también recuerden que los mayores tuvieron toda la ayuda que necesitaron cuando eran pequeños y adolescentes, aunque ellos ya no lo hagan. Y es seguro que tendrán en cuenta que esos mayores dan síntomas de agotamiento y tienen trabajos contaminantes o peligrosos, mientras que la joven promesa ya ha probado que aportará fondos sin contaminar y de forma sencillísima.
La familia eléctrica española también atraviesa una situación difícil: hay escasez de recursos y tenemos objetivos apenas coherentes con las restricciones existentes, ya sean políticas, técnicas o económicas. En estas condiciones, algunos de los hermanos han anunciado que la solución pasa por excluir a la solar fotovoltaica.
Esa solución, simplista, no debería volver a oírse porque, en realidad, desprestigia a quien la expresa, aunque sólo sea por no querer buscar soluciones equilibradas y coherentes con la situación de contorno macroeconómico y energético que atravesamos.
Tenemos que superar la crisis actual y estar preparados para cubrir nuestras necesidades energéticas de un modo sostenible a medio y largo plazo, y para ello necesitamos que todas las fuentes contribuyan a garantizar el abastecimiento. Las fuentes mayores -gas, nuclear, carbón, hidráulica- lo harán con decisión; las recién graduadas, como la eólica, con ímpetu, y las que aún necesitan unos años de maduración, como la fotovoltaica, lo harán sabiendo que deben terminar sus estudios y devolver cuanto antes lo que ahora están recibiendo.
Las nuevas instalaciones fotovoltaicas serán rentables sin ayudas a mediados de esta década, y la tecnología puede haber devuelto todas las ayudas que haya recibido y tener un balance netamente positivo para nuestra economía a inicios de la siguiente. Estamos haciendo una inversión muy rentable que tiraremos por la borda si dejamos de apoyar a la fotovoltaica.
En la metáfora de la familia no muy bien avenida, el final más lógico y deseable es que se dialogue para solucionar las apreturas económicas y se haga compatible el progreso de todos los hermanos, ya sean mayores o adolescentes, por el bien de la familia y de su hacienda. La familia energética española debería hacer lo mismo y no dar el espectáculo bochornoso que hemos visto en estas últimas semanas. No, por favor.
Javier Anta. Presidente de la Asociación de la Industria Fotovoltaica (Asif)