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Directivos

Un nuevo apóstol para la fe 'verde' y sostenible

Juan Costa urge a tomar medidas para evitar que el planeta se hunda

Rodrigo Rato le dio el siguiente consejo: "Lo relevante es tener proyecto, saber cuáles son los objetivos y anticiparte a los problemas que se puedan plantear. Tienes que pensar con antelación". Fue una tarde soleada del mes de abril de 1996, cuando el Partido Popular preparaba la investidura de José María Aznar y el que iba a ser ministro de Economía le ofreció a Juan Costa, que por aquel entonces tenía 30 años, ser secretario de Estado de Hacienda. Han pasado casi tres lustros y Costa, que no ha olvidado las recomendaciones de su mentor, ha considerado llegado el momento de reflexionar sobre dónde quiere estar España como país y qué papel tiene que jugar en el mundo y en la economía global.

El reto más importante e inmediato, dice Costa, es volcar todo el esfuerzo y ambición en la crisis económica. A partir de ahí, recomienda analizar los desafíos a los que se enfrenta el planeta, "que se ha convertido en un lugar mucho más pequeño" e interconectado, ya que lo sucede en cualquier rincón de Occidente repercute en Oriente. Si por algo se va a caracterizar el siglo XXI es porque la cooperación será el motor del progreso.

Y se pregunta si podremos llegar a sentirnos orgullosos del futuro que se está construyendo en España, y si se podría hacer más. Con todas estas premisas, Costa cree que ha llegado el momento de pensar con antelación. Y él se ha puesto a ello con el libro La revolución imparable (editado por Espasa; 19,90 euros), donde anima a los que rigen el destino del mundo a convertir la actual crisis en una oportunidad de cambio. Porque el planeta, dice, está exhausto, ya que el petróleo y nuestro estilo de vida están acabando con él.

Eliminar frenos

El ex ministro de Ciencia y Tecnología propone una revolución que potencie el crecimiento económico global mediante la eliminación de sus principales frenos: la destrucción del patrimonio ecológico y la pobreza. Para lograrlo propone una serie de medidas, como la creación de un Gobierno mundial integrado por un grupo de países líderes, no sólo en economía, sino también en capital ecológico, en derechos sociales y en respeto debido a las minorías.

También recomienda el reconocimiento de la deuda ecológica hacia los países más pobres del planeta, así como sentar las bases de un Estado de bienestar global y de una agencia tributaria mundial. Otro paso adelante, según Costa, se daría con la eliminación del impuesto de la renta (IRPF) a la mayoría de los trabajadores, un sistema impositivo con un impuesto sobre el valor añadido (IVA) que discrimine entre actividades ecológicas y dañinas para el medio ambiente, pero también una postura clara y definida sobre la energía nuclear. Y el reconocimiento del agua como derecho humano universal.

Pero el que fuera presidente de Ernst & Young no se rinde. Afirma que no es ingenuo, pero que la dificultad es una excusa que la historia nunca acepta. Y anima a intentarlo, aunque a algunos, y con la que está cayendo, pueda parecerles una utopía.

¿Dónde están los verdaderos líderes?

El mayor peligro es la quietud, no hacer nada. Por ello, Juan Costa recurre a unas palabras de F. D. Roosevelt, pronunciadas durante su discurso de investidura en 1933: "Sólo un tonto optimista puede negar las graves dificultades del momento y la necesidad de cambio. Quienes se oponen al cambio carecen de visión, y cuando no hay visión, la gente fracasa".Porque es en los momentos de dificultad y de cambio cuando se requiere liderazgo y visión, y es ahí donde se demuestra la verdadera capacidad de liderazgo y la visión de un país o de un Gobierno para elegir el camino adecuado, capaz de superar las adversidades y de impulsar las transformaciones necesarias para conseguir un futuro mejor. Porque si algo ha puesto de manifiesto el desastre económico de los últimos años es que el modelo de desarrollo basado en la creación de riqueza ficticia, en el mantenimiento de las desigualdades sociales y en la sobreexplotación de los recursos naturales era insostenible.Costa es optimista y, como dice el título de su obra, cree que la revolución no hay quien la pare.

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