Flujos de población y actividad
El Instituto Nacional de Estadística acaba de actualizar sus estimaciones demográficas a 1 de abril de este año y ha determinado que en España habitan poco más de 46 millones de personas, únicamente 150.000 más que lo estimado hace un año. Aunque no se trata de un movimiento demográfico puramente censal o registral, depura en la medida de lo posible los deslizamientos irregulares que se producen fundamentalmente en el padrón continuo de población, que da cuenta del flujo de entrada de inmigrantes, pero oculta por incapacidad las salidas de extranjeros. Por tanto, podemos considerar la estimación demográfica del INE como la fuente más atinada del movimiento de población producido en España, y del que se extraen unas cuantas conclusiones significativas con un primer vistazo a los datos.
En primer lugar, la recesión ha deshecho el trabajo que previamente y durante una larga decena de años había hecho el crecimiento económico. La agitación demográfica desatada desde que comenzó este siglo, con entradas netas de inmigrantes superiores al medio millón de personas cada año por la atracción que ejercía la prosperidad de España y las posibilidades de encontrar nuevas oportunidades para la población de los países más pobres, colocó los umbrales poblacionales de España en niveles inimaginables hace sólo unos cuantos años. Pero la severidad de la crisis y su longevidad han paralizado los movimientos migratorios, e incluso han dado la vuelta a los flujos tradicionales, que ahora repliegan la población hacia sus lugares de origen. En los primeros meses de 2010 las estimaciones demográficas del INE revelan que el saldo migratorio es prácticamente nulo, y que el avance vegetativo de los residentes es el único crecimiento registrado, que ni siquiera llega al 0,4%.
La inmigración masiva en el último decenio ha supuesto una oportunidad tanto para la masa de población que ha llegado, ya que ha mejorado su estatus de vida y sus expectativas de futuro, como para la economía española, que ha dispuesto de una avalancha de ciudadanos que constituía una importante fuente de demanda y una fuerza laboral de bajo coste que ha impulsado la actividad económica. Aunque en muchos casos ha descosido las posibilidades de los servicios públicos municipales, España ha absorbido razonablemente bien la avalancha de extranjeros.
El envejecimiento estimado en la pirámide de población española aconseja mantener los flujos de inmigrantes en cotas elevadas, aunque bien estaría una corrección de la política migratoria tal que, como practican otros países europeos, filtre buena parte de las entradas, de tal manera que los estándares formativos de las mismas sean más acordes con un modelo de crecimiento intensivo en tecnología como el que se está impulsando desde el Gobierno.