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Tribuna
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La energía fotovoltaica frente a la retórica fósil

Es muy probable que usted ya conozca el argumento, porque siempre es el mismo. Como de momento las energías limpias en España parecen ser más caras que las convencionales, el desarrollo de las renovables debería ralentizarse, por cuanto las primas que reciben se financian entre los consumidores.

Quienes suelen repetir públicamente esto son directivos de empresas que se ganan la vida operando con combustibles fósiles como el petróleo, el gas o el carbón. Resulta normal y hasta plausible que defiendan con uñas y dientes su cuenta trimestral de resultados, pero sus legítimos intereses corporativos en ningún modo pueden suplantar los auténticas necesidades industriales y energéticas de nuestra economía. A estas alturas nadie puede pensar seriamente que la solución estratégica sea mantenernos como simples intermediarios de recursos fósiles de terceros países, en vez de desarrollar una fuente de energía y una industria verdaderamente autóctona y sostenible.

En la actualidad, el 83% de la energía que se consume en España procede del exterior. ¿Qué es más rentable, más sostenible y más enriquecedor para nosotros: invertir ahora en renovables o seguir dependiendo indefinidamente de las importaciones de combustibles fósiles a terceros países? La mayor parte de países occidentales, como EE UU, Italia o Francia, está actuando ahora igual que España o Alemania venimos haciendo desde hace años; incluso nos consideran un modelo a seguir. Están persuadidos de que promover las renovables tiene un coste, pero que a medio y largo plazo su pay-back, la capacidad de retorno a la economía y a la sociedad, será sustancialmente mayor.

Los directivos de lo fósil suelen criticar con especial virulencia a la energía fotovoltaica, a la que consideran cara, pero que sin embargo es limpia y modular, aporta la mayor reducción de costes en los últimos años y las mayores posibilidades de seguir reduciéndolos en los próximos. Y eso no es todo. Por ejemplo, las primas acumuladas por la industria fotovoltaica en suelo hasta 2012 ascenderán a unos 8.000 millones de euros. Pero para entonces, esa misma industria habrá desembolsado a su vez 8.200 millones sólo entre contribuciones a la Seguridad Social, impuestos de sociedades y de la renta, tasas locales, ahorro de combustibles fósiles y derechos de emisión.

Ambas proyecciones, primas recibidas y retorno a la sociedad, son resultado de un análisis del Boston Consulting Group con datos hasta 2009. La realidad es que la fotovoltaica supone una inversión con superávit económico y social. Gracias a ella se está impulsando a la vez una industria energética nacional (nuestro petróleo es el sol), y además los beneficios aportados por este sector en generación de empleo y de riqueza seguirán incrementándose a medio y largo plazo. La verdad es ésta y no hay más vueltas.

A ello hay que sumar la consolidación de un sector energético e industrial estratégico e innovador, creador neto de empleo, en vanguardia internacional y con amplias posibilidades de exportación. Y las ventajas indirectas, porque sólo en 2008 la fotovoltaica destinó más de 350 millones a inversiones para mejorar la red de distribución eléctrica. Además, aporta estabilidad al sistema, al producir más electricidad en las horas centrales del día, las de mayor demanda.

Hay quien preferiría que las cosas quedaran como están, o que se nos responsabilice a todos por el fraude de unos ventajistas indeseables que apenas representan el uno por mil del sector. Si por esas excusas, o por una hipotética y muy discutible mayor competitividad presente de lo fósil, se decide segarle los pies a las renovables en general, y a la fotovoltaica en particular, tenga usted muy claro que el 85% de ese consumo seguirá revirtiendo a terceros países. Y, lo que es peor, seguiremos sin capacidad de respuesta frente a encarecimientos futuros, posibilidad más que probable ante la creciente demanda de los países emergentes.

Lo decía hace unos pocos meses el economista jefe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el doctor Fatih Birol. "La industria energética tiene que entender que la era del petróleo barato se ha acabado. El cambio climático será fundamental en las inversiones, y las compañías que lo entiendan antes serán las mejores". Quizá esos directivos de lo fósil deberían preocuparse menos por las renovables y atender más al consejo de los expertos. Desviar la atención sólo les servirá para ganar algo de tiempo, pero a la postre no les va a resolver sus problemas, y, lo que es peor, perjudican irreversiblemente a nuestra economía.

Juan Laso. Presidente de la Asociación Empresarial Fotovoltaica

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