Un cambio legal para evitar rupturas familiares
El conflicto familiar no es exclusivo de grandes empresas. También se reproduce en las pequeñas, sin que protocolo familiar o legislación los resuelva. Elvira Mondragón explica su experiencia en la Sociedad de Negocios Mondragón.
Desde que tengo uso de razón pertenezco Sociedad de Negocios Mondragón (radicada en Valencia y dedicada a la gestión de fincas y de servicios para otras empresas), primero por ser hija de los dueños y posteriormente por formar parte de los consejos de administración. El resto de socios del grupo, fundamentalmente, son mis dos hermanos. Mi padre quiso que la empresa fuera gobernada por sus tres hijos en situación de igualdad entregándonos la mayoría de la sociedad, sin pensar que en el futuro dos de ellos impusieran su voluntad al tercero.
Lógico es pensar que en el devenir de la vida desgraciadamente han surgido los mismos problemas que surgen de la convivencia diaria entre familiares. Filias y fobias, momentáneas o duraderas, entre los socios que además son hermanos, afectando así a las relaciones sentimentales. Cuando llegué hace un par de años a la conclusión de que no confiaba en la gestión que mis hermanos, mayoría en el consejo de administración, realizaban, intenté reconducir la situación para que me permitieran bien participar de forma eficiente en la gestión de la empresa, bien emprender mi camino por mi cuenta de forma independiente a mi familia. Ni una cosa ni otra fueron posibles, ya que la mayoría manda y las decisiones, sean o no convenientes realmente para la empresa, se van tomando a base del rodillo que supone esa mayoría.
Ante la situación creada tuve que presentar mi dimisión de todos mis cargos. La siguiente reacción es que se me rescindiera el contrato de prestación de servicios al grupo, en las mismas condiciones que mis hermanos, y que se me exigiera la devolución del coche de la empresa y el móvil con el que trabajaba. Nada de eso hubiera sido importante si no fuera acompañado de la desaparición de la relación familiar, lo que está perjudicando también a nuestra madre que, callada, observa las consecuencias de la dictadura de la mayoría y la desunión que ha producido en sus hijos, y también acompañado de otra consecuencia de la dictadura de la mayoría de capital.
Querer ser independiente es una utopía tal y como están las cosas en la legislación societaria actual, ya que la sociedad (mis hermanos) ha decidido que no me devuelve el dinero que presté a la misma mientras era miembro de su equipo directivo. El resultado de nuevo es una imposición de la mayoría de la que parece imposible liberarme nunca. Lamentablemente podría divorciarme si quisiera, pero no puedo liberarme de mis hermanos, cuando lo único que me une ahora a ellos son los inconvenientes que me ponen para independizarme. En estos momentos lo único que recibo de mi familia no es lo que se supone que se debe recibir de ella, como comprensión o refugio en los momentos difíciles, sino simplemente imposición de la mayoría del capital e imposibilidad real de emprender empresarialmente por mi cuenta con mi legítimo patrimonio.
No creo que mi padre, que en paz descanse, quisiera saber que dos hermanos imponen a la tercera, mujer y la menor en edad, su mayoría de capital. Pero de lo que estoy segura es de que no querría saber que el patrimonio que me dejó, que debía ser mi medio de vida, no lo puedo utilizar. A mayor abundamiento, desde que no estoy en el día a día de la empresa, la vulneración de mis derechos como socia me ha obligado a acudir a los tribunales. Por ejemplo, he tenido que reclamar el dinero que presté, porque no se me devuelve, alegando que era una aportación a la sociedad, o he tenido que instar la nulidad de la junta de aprobación de las cuentas anuales porque se me negó el elemental derecho de información o para reclamar la retribución que me corresponde por los dos últimos meses en los que estuve contratada por la sociedad. Simplemente creo que soy un ejemplo y una consecuencia del sistema legal español de sociedades que impide que la minoría, cuando es ninguneada en una sociedad, pueda realmente salir de ella para que sean los que conforman la mayoría los que, pagando el precio justo por la participación, sigan su camino y permitan a la minoría seguir el suyo.
Yo tomé decisiones influida no sólo por los intereses comerciales, sino también por los familiares. Intenté que mi voluntad no se interpusiese a la de la familia, y cedí hasta que se vio afectado mi propio patrimonio por el bien familiar. Pero vi que era un camino sólo de ida y no de vuelta. No recibí la misma respuesta en mis hermanos. Mientras, nuestra madre ve que las reuniones familiares desaparecen, los resentimientos entre sus hijos y una imposición contraria a lo que ella y su marido impulsaron. Sirva esta reflexión personal para poner una pequeña piedra y hacer ver la verdadera situación de las minorías en las empresas españolas, más cuando son familiares, por si ello induce al legislador a la modificación tan necesaria.
Elvira Mondragón. Socia de Sociedad de Negocios Mondragón