Ya está aquí el apagón analógico

Parecía imposible, pero ha llegado. El apagón analógico es un hecho. Ayer mismo, más de 16 millones de personas, entre ellas los vecinos de Madrid, Barcelona o Sevilla, se despidieron de la señal televisiva de toda la vida, y el viernes se cerrará definitivamente la transición al mundo digital. El proceso, al margen de los inevitables problemas puntuales que ha habido y de los que sin duda aflorarán en los próximos días, se está saldando con nota. La conversión del mundo analógico en digital es, sin lugar a dudas, un salto de calidad hacia la modernización de una sociedad. El abanico de posibilidades que se abre de la mano de esta nueva tecnología es prácticamente infinito y revoluciona desde el mundo de los negocios al de la cultura o la educación. El reto es sacar partido de ellas y más con la ventaja que supone haber estado a la cabeza de su implantación en Europa. No obstante, se palpa la extraña sensación de creer que ya está todo hecho. El obligado siguiente salto adelante ha de ser apostar por la interactividad, un terreno en el que las iniciativas brillan por su ausencia. Otro de los peligros latentes es propiciar y permitir un progresivo deterioro, que ya empieza a asomar, de los contenidos que se ofrecen en los nuevos canales. Se ha dado un gran paso adelante. Sería un error imperdonable desaprovecharlo.