¿Cómo ha llegado a 'esto' la economía?
Los más de cuatro millones de parados, los cientos de miles de pequeños y medianos empresarios que han suspendido su actividad, los millares de familias desahuciadas de sus viviendas y los que todavía se van a encontrar en alguna de estas circunstancias tienen derecho a saber quiénes fueron los responsables y decidir en quién se puede confiar para salir de la triste situación en que se encuentran. Y la respuesta es desgraciadamente sencilla y no augura nada bueno. Ha sido el resultado del conjunto de acciones desacertadas y/o de la inacción de los políticos que se han sucedido en el poder en los últimos 10 o 15 años.
El Partido Popular se vanagloria de que el comportamiento excepcional de la economía española en 1996-2004 -creación de cinco millones de empleos, fuerte caída de la tasa de paro y reducción significativa del déficit y deuda pública- fue el resultado de su política, que es verdad, aunque no toda.
Algo sí tendrían que ver con ello, pero el factor determinante fue la devaluación de la peseta del 40% entre 1992 y 1994, y una caída apreciable del tipo de interés en términos reales. Los responsables políticos, y es lo reprochable, no supieron o quisieron ver que la entrada del euro en 1999 crearía una crisis de profundas reformas estructurales para mantener la competitividad. Pero no hicieron nada significativo al respecto.
El nuevo Gobierno que accedió al poder en 2004 tampoco consideró necesario, por increíble que parezca, hacer ninguna reforma. Dejó que los bajos tipos de interés heredados llevasen a una enorme burbuja inmobiliaria que, al explosionar, sería la madre de la más grave crisis de la economía española.
Al reconocer su existencia se fueron improvisando unas medidas de estímulo, pero los brotes verdes surgidos, que prometían una recuperación, no eclosionarán en 2010, pues unos indicadores relevantes sugieren que el PIB volverá a caer en la segunda parte del año entrando muy debilitado en 2011 con un importante deterioro en las cuentas públicas. Ante las consiguientes señales de alarma en los mercados, provocadas por la creciente tendencia del déficit público, se les quiso tranquilizar con la Ley de Economía Sostenible, pero al percatarse del error cronológico de que sería efectiva en 8 o 10 años cuando hay una necesidad urgente e imperiosa de infundir confianza en los mercados, los responsables políticos decidieron presentar una versión reducida de la misma que sería discutida con los partidos políticos para su aprobación.
Con este precipitado e improvisado proyecto se está haciendo justo lo contrario del ajuste presupuestario que esperan los mercados. Se aumenta el IVA pero al mismo tiempo se estimula la economía reduciendo ese impuesto en la rehabilitación de viviendas, se facilita financiación al ICO para la concesión de crédito y se conceden más ayudas para conseguir apoyo político. La responsable política de la economía mantiene la actitud de que con lo que se acuerde en el llamado Pacto de Zurbano y el Programa de Estabilidad a 2013 la economía va a crecer un 3,1% en 2013 y el déficit público se va a reconducir al nivel exigido por Bruselas. Así está dando muestras de un voluntarismo excesivo, rehúsa ver la realidad que muestran con toda claridad los datos económicos más relevantes y no reconoce los efectos restrictivos de su política ni los juicios que sobre estos objetivos han emitido los organismos económicos internacionales.
El objetivo señalado para el déficit público en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento no se habrá alcanzado, pero se habrá reducido significativamente. Los mercados probablemente lo consideren aceptable si se muestra una voluntad firme de continuar su reducción manifestada a través de medidas concretas y se ponen en marcha de una vez por todas las más que sabidas reformas estructurales, empezando por el mercado laboral y el sistema financiero, que como es sabido son la única vía de crecimiento sostenible. Pero antes, los responsables políticos en su relación con los agentes sociales, en vez de acceder a sus deseos como hasta ahora diciéndoles lo que deseaban oír, tendrán que hacerles saber cuál es la realidad económica. Que el aumento del empleo y de la renta de los años del boom fue en gran parte una falacia conseguida gracias a un creciente endeudamiento exterior engañosamente permitido por el euro, pero que hoy hay que hacer frente a sus cargas. Que ya no serán posibles nuevas medidas de estímulo, pues los mercados esperan que el crecimiento de la actividad y el empleo provenga de un aumento de la competitividad costo -menores aumentos en los costes salariales y mayor productividad- y de la competitividad por calidad -mayor dedicación empresarial a la innovación-. La alternativa sería caer en el síndrome italiano de largos años de escaso crecimiento de la actividad y el empleo.
Y mientras tanto, con una deuda pública creciente camino del 100% del PIB y otra exterior también creciente y mucho mayor, el patrón y el aspirante de la economía discuten, como los gazapos de la fábula, si son galgos o podencos y la nave va rumbo al Egeo. ¿Será esta la razón por la que en las encuestas la desconfianza en los políticos tiene un puesto elevado en las preocupaciones de los ciudadanos?
Anselmo Calleja. Economista