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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Atajar los vicios especulativos del mercado

El entusiasmo correctivo que los Gobiernos exhibían contra toda suerte de excesos que habían provocado la explosión de la crisis financiera se ha marchitado con el paso de los meses. Los compromisos adquiridos en las sucesivas cumbres del G-20 para atajar las prácticas financieras inconvenientes se han diluido a medida que los mercados han ido apreciando que los Estados terminarían socorriendo a los agentes cuyo desplome pusiese en peligro la estabilidad del sistema, aunque tal actitud incurriese en el riesgo moral de ayudar a los pocos que habían puesto en peligro la viabilidad de todos.

Además del estancamiento de las reformas financieras a ambos lados del Atlántico, las iniciativas para poner orden en las prácticas más perniciosas y con un efecto multiplicador más corrosivo, como es el caso de la limitación del terreno de juego de los hedge funds, se han ido diluyendo bajo la presión interesada sobre las autoridades políticas. Ha bastado una llamada del primer ministro británico, instigada por la industria financiera más especulativa de la City londinense, para que se renunciase, al menos de momento, a uno de los pilares que había establecido como básico la presidencia española de la Unión Europea.

Si no se produce un cambio de actitud que recupere el primer espíritu reformador y fiscalizador de los Gobiernos con el sistema financiero y sus prácticas más perversas, se volverá a dejar los mercados en manos de los agentes más especulativos. Y con ello, se corre el riesgo evidente de paralizar la financiación de los proyectos de economía real, cuyos negocios tienen una relación más directa con el modelo productivo y la generación de empleo que con la levadura que alimentó las burbujas del pasado.

La pasividad de las autoridades en la corrección de los comportamientos especulativos puros ha permitido su florecimiento. Y uno de los ejemplos más sangrantes y destructivos lo constituye la proliferación de la práctica conocida como short selling o venta a corto de carácter bajista utilizando acciones en préstamo. Las víctimas elegidas en los últimos meses están siendo muy variadas, desde bancos a corporaciones industriales, y prácticamente todas con un elemento en común: negocios consistentes y sólidos fundamentos empresariales. Aunque varios reguladores han comenzado a exigir la comunicación de las posiciones cuando se hacen esas apuestas bajistas a determinados niveles, no cabe duda de que ese control ha de extremarse notablemente, así como redoblarse la transparencia en este tipo de conductas. Sería recomendable, por ejemplo, que la comunicación se produzca desde la primera toma de posición. Nadie debe olvidar, especialmente las autoridades económicas, que la recuperación vendrá de la mano de la economía real y productiva y nunca de la del capitalismo salvaje que cabalga a lomos de la más pura especulación.

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