Confianza, bien de primera necesidad
Después de la era de abundancia vivida, en la que se han desarrollado carreras fulgurantes amparadas por el crecimiento de las empresas, el embate de la crisis ha hecho caer del pedestal a más de uno.
De repente hemos empezado a ver cómo caían, no sólo lastres (si es que alguien puede ser considerado un lastre), sino también aquellos laureados, asesinados por las implacables cifras y cuentas de resultados.
La incertidumbre provocada por esos despidos masivos se ha convertido en obstáculo para la ansiada recuperación del consumo, uno de los principales motores económicos de nuestro país. ¿Creen que los trabajadores que no saben cuál será el futuro de su puesto de trabajo van a invertir sus ahorros o se van a endeudar para comprarse, por ejemplo, un coche?
Nos están diciendo que las crisis generan oportunidades, sin ir más lejos la palabra crisis, traducida al chino, tiene dos acepciones: riesgo y oportunidad. Pero para aprovecharlas, las organizaciones necesitan encontrarse en plena forma, porque las oportunidades se cuentan con los dedos de una mano y la competencia sigue siendo voraz.
Por tanto, dudo que las empresas puedan permitirse trabajadores a los que les dé igual cuáles sean los resultados, porque ya no las vean como aquella casa a la que pertenecían, y que les cobijaba, porque han perdido la confianza.
De la desconfianza se nutren los recelos, las tensiones, los conflictos, la negatividad, la desmotivación. La confianza es lo que nos aporta la seguridad necesaria para generar, crear, innovar, organizar, producir y consumir.
¿Cómo podemos conseguir que los supervivientes de estos ERE vuelvan a confiar en sus líderes y en su futuro?
La reducción drástica de plantilla por la que acaba de pasar la organización ha supuesto un gran cambio que se debe gestionar desde el principio:
Lo primero es comunicar debidamente el momento en que los despidos acaban y cuál será la estrategia de la organización de aquí en adelante. La falta de información es caldo de cultivo de especulaciones que en estos momentos no es nada recomendable.
A partir de aquí ya se pueden trabajar otros aspectos: adaptación al cambio, motivación, así como las competencias necesarias para conseguir asumir los nuevos retos; pero siempre desde la necesidad primordial de confianza en los equipos, entre sus miembros y, sobre todo, la confianza hacia sus líderes como representantes y espejos de la organización.
De la misma forma que entrenamos nuestro liderazgo, podemos entrenar la mejor forma de inspirar confianza como habilidad que se puede transmitir a través de nuestras actuaciones y comunicación, utilizando todas aquellas técnicas que el conocimiento actual pone a nuestro alcance.
El desarrollo de nuestra comunicación positiva y la programación neurolingüística, utilizada como herramienta, nos ayudan a influir en los demás y en nosotros mismos, nos ayudan a conseguir que nuestro equipo nos vea como un líder confiable.
Seamos realistas, las organizaciones se fundamentan y están formadas por personas que necesitan ver sus necesidades cubiertas para poder sentirse motivadas y seguras. Son los trabajadores seguros los que entran en los concesionarios de coches para comprarse un nuevo modelo.
Está claro, la confianza se ha convertido en bien de primera necesidad para salir de la crisis y la primera meta a alcanzar en el camino de la recuperación.
Mónica Castillo.Socia directora de Evolución 21