Díaz Ferrán y la autonomía para negociar
Cuando en el mes de diciembre pasado saltó la crisis de la aerolínea Air Comet, se abrió un debate en círculos políticos y económicos sobre la conveniencia de que uno de sus propietarios, Gerardo Díaz Ferrán, pudiese seguir al frente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). Evidentemente, tener una empresa que sea capaz de sortear la embestida de la crisis sin experimentar problemas financieros por falta crédito o por caída en las ventas de los bienes o servicios que vende es casi un milagro. Por tanto, no fue anormal lo que ocurrió a las sociedades de Díaz Ferrán, y en absoluto debería invalidarle para ejercer la dirección de la patronal, máxime cuando ha sido reiterada en el pasado la demanda de una confederación dirigida por empresarios reales.
Sin embargo, la evolución posterior de las empresas del grupo Marsans, matriz societaria de Díaz Ferrán, con la disolución ayer por parte del Ministerio de Economía de la aseguradora Mercurio por falta de liquidez, demuestra que no se trata de una crisis aislada en una sola sociedad, sino que puede arrastrar a todo el grupo, absorbiendo cada vez más esfuerzos personales de sus gestores, que inevitablemente tienen que ser hurtados a la representatividad empresarial que todas las patronales de España han encomendado a Gerardo Díaz Ferrán.
A ello se une que, independientemente del grado de dedicación a sus negocios particulares y al de la representación institucional, cada vez hay más voces críticas dentro de la patronal. No es marginal la opinión en la confederación empresarial de que si la situación de las empresas de su presidente se deteriora, difícilmente puede mantener el equilibrio profesional al que se ha comprometido ante la junta directiva. Y tampoco es marginal la opinión de que la patronal ha operado un giro notable en su gestión en los últimos meses, aviniéndose a ratificar determinados acuerdos de discutible utilidad para las empresas, o anunciando la conveniencia de alcanzar otros, cuyo contenido dejaría las reivindicaciones tradicionales de la CEOE a un lado.
Si este cambio en las posiciones patronales cuestiona la independencia y la autonomía a la que Gerardo Díaz Ferrán dijo comprometerse ante sus colegas del empresariado, es materia igualmente opinable. La sospecha de que el líder de la patronal puede sentirse, aun sin serlo, rehén de su situación empresarial particular es creciente. Y desde luego, la CEOE no puede, en un momento tan crítico como el actual, en el que se necesita liderazgo y firmeza en las posiciones, así como flexibilidad en las negociaciones con el Gobierno y los sindicatos, estar ni siquiera con la más mínima sombra de duda de que tales atributos pueden estar mermados o condicionados.