El déficit, un mal necesario
Nuño Rodrigo -09/03/2010
Conviene tomar en su justa medida la necesidad de corregir el desequilibrio de las finanzas públicas. De poco serviría hoy por hoy que España, o Grecia, regresasen al equilibrio presupuestario sin más. Calmaría a los mercados, pero haría un flaco favor a las economías.
Es una cuestión de aritmética. Simplificando, se puede dividir una economía hay tres sectores: el público, el privado y el exterior. Y la suma de la necesidad o exceso de financiación de los tres debe ser cero; España ha tenido en los últimos años equilibrio presupuestario y una gran necesidad de financiación en el sector privado, que ha sido cubierta por dinero extranjero, el mismo que entra para financiar el déficit comercial.
La crisis ha alterado la ecuación. El Estado ha incurrido en un espectacular déficit del 10%, que se financia con el dinero que sigue llegando del exterior (el déficit comercial es un 4,6% del PIB) y con la renovada tasa de ahorro de familias y empresas. Si se recorta el déficit público, la cuenta seguirá cuadrando. Cuadraría mediante una mejora del saldo exterior, es decir, que de repente España se convirtiese en Alemania, donde el exceso de ahorro se compensa con un saldo comercial muy favorable. Pero un país no se vuelve exportador de la noche a la mañana. Volver a la dinámica anterior a la crisis, es decir, al exceso de consumo privado, no es verosímil dado el estado del sector financiero y la tasa de paro, que han disparado el ahorro.
En otras palabras, el Estado y el sector privado no pueden desapalancarse a la vez sin superávit comercial. Y eso sólo es posible a corto plazo si se desploma la demanda de productos extranjeros, es decir, en un contexto de deflación: en 2009 el saldo exterior de España mejoró en unos cinco puntos porcentuales sobre el PIB. Hoy por hoy, un déficit controlado es un mal necesario. Hasta qué punto los usos de este déficit resultan productivos es difícil de medir, y es también harina de otro costal.