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Secretos de despacho

En faena, en el Grupo Norteños

Constantino González dirige su negocio cárnico desde un rincón de Mercamadrid

Empezó con una pequeña carnicería y hoy dirige un negocio cárnico que da empleo a 400 personas y que factura más de 400 millones de euros al año; 120 de ellos proceden de Mercamadrid, donde Constantino González, presidente del Grupo Norteños, tiene su cuartel general. Desde un espacio pequeño, con ventanales a una de las calles más transitadas del mercado central de Madrid, controla todos los mataderos de los que dispone el grupo, repartidos entre Extremadura, Toledo, Segovia, Madrid, Santander, así como más de 30 empresas dedicadas a la carne y todas las operaciones de compra de ganado que realiza en países como Holanda o Alemania.

Nació hace 58 años en Morzó, un pequeño pueblo del concejo de Cangas del Narcea, en Asturias, y asegura que el negocio de la carne lo llevaba en los genes. "Mi padre me decía que tenía que ser carnicero, yo era un enamorado de la hostelería y comencé a trabajar en Europa en ese sector desde los 12 años a los 19". A esa edad, y como no encontraba en hostelería un trabajo que encajara con su forma de pensar, decidió seguir los consejos paternos y comenzó a trabajar en una carnicería. "Libraba los domingos por la tarde". Eso, en los comienzos, porque ahora apenas desconecta del trabajo. "Hay que estar pendiente del negocio, eso es fundamental para que todo vaya bien".

Con tan sólo ocho años, Constantino González ya estaba obsesionado con una idea: el pueblo le asfixiaba y quería conocer mundo. "No quería estar allí, rodeado por todos lados de montañas, me agobiaba y me vine a Madrid con unos tíos, repartía leche. De siempre he querido ir lejos". Y se fue. De la capital se marchó a Suecia, a Montecarlo, a Palma de Mallorca, su mejor escuela. "Yo no tengo carrera, tengo la experiencia que me ha dado la vida y sobre todo una gran capacidad de trabajo". Hasta los 29 años trabajó por cuenta ajena, pero su gran deseo siempre fue desarrollar su propio negocio. Y con otros dos socios, miembros de su familia, decidieron abrir una sala de despiece. Más tarde compraron un matadero en Pozuelo de Alarcón y, en 1986, se instalaron en Mercamadrid. Han llegado a tener 600 carnicerías, que más tarde vendieron a otro grupo de alimentación, Diocarnes; ahora acaban de adquirir algunas empresas de hostelería.

Vende 3.500 toneladas de carne al día y cree que en España debería haber mayor cultura cárnica

Constantino González siempre va ataviado con bata, habla deprisa, va al grano en lo que se le pregunta, responde al teléfono en varias ocasiones, saluda a alguna visita extranjera de paso por la sede; aunque asegura que no habla idiomas, no tiene problemas para desenvolverse en mercados internacionales. Con frecuencia viaja a Austria, Alemania, Dinamarca y Holanda, de donde procede parte de la mejor carne que se consume en España. "Es muy importante la alimentación y en estos países se les alimenta con cereales, maíz, soja, trigo". Y explica que la mayor parte de las vacas españolas se consumen fuera, en Francia, Holanda o Polonia. El Grupo Norteños vende 2.500 toneladas de carne al día, "no es mucho, aunque lo parezca". Cree que en España no se tiene una gran cultura cárnica y se debería formar más a la gente en esta materia. "La gente se deja llevar, por ejemplo, por el color de la carne y prefiere la que tiene un tono claro a la oscura. Y es un error porque la oscura es maravillosa".

A la hora de gestionar no se deja llevar por las tonalidades, sino por el sentido común. Le gusta hacer las cosas despacio, con prudencia, siguiendo principios conservadores. "Sin arriesgar; por ejemplo, aquí nunca se ha retirado más de un 10% de los beneficios, y eso que también hemos hecho negocios que no han funcionado". Y si de alguien ha aprendido es de las familias ganaderas holandesas. "Me llamaba la atención que allí trabajaban todos, el abuelo, los padre, los hijos, pero todos cuidando y mimando el negocio".

En el Grupo Norteños prima más la profesionalidad que la sangre de familia. "Tengo claro que mis hijos no van a mandar en la compañía". Como tampoco ha querido ceder el control de las ventas a los comerciales. "Al principio, los vendedores son buenos, pero como controlen el negocio te pueden arruinar". Porque por lo que ha luchado González es por armar un negocio con base, que no pueda desaparecer de la noche a la mañana. Es mucho lo que ha invertido.

Las vacas, esas fieles compañeras

Como no podía ser de otra manera, en su despacho tiene un pequeño repertorio de vacas diminutas. Pero la colección de Constantino González llega a más de 200 ejemplares. "Son animales muy tiernos y muy buenos", dice. A lo que no se ha acostumbrado todavía este empresario es a ver cuando los tienen que matar. "Sufro muchísimo cuando una ternera, un cordero o un cerdo va al matadero, es una sensación de dolor que no consigo superar".En su despacho tiene fotos familiares, fotos de campos con vacas pastando en Chile y en Irlanda. Confiesa que el secreto del éxito de un negocio reside en que quien lo dirija esté enamorado de lo que hace. A él le ocurre. Por eso no le importa comenzar su jornada laboral a las cinco de la mañana ("me levanto feliz"), y ver amanecer todos los días desde el mercado o el matadero. "Creo que soy un gran creador de ideas y mi trabajo se resume en la honradez y la dedicación".Tampoco puede pasar sin hacer deporte y, sin evitar la coquetería, asegura que le gusta estar en plena forma porque, a pesar de lo que diga el DNI, él se siente como si tuviera 40 años.

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