¿Gobierno económico o simplemente Gobierno?
Cuando Mitterrand propuso a Kohl la creación de la unidad monetaria, Kohl le advirtió que para que en la UE pudiera funcionar una moneda única se necesitaba primero que hubiera una autoridad política, es decir un Gobierno común. Mitterrand le insinuó que si no admitía la Unión Monetaria, Francia tendría dificultades para apoyar la reunificación de las dos Alemanias, que por aquellos años se estaba negociando, y Kohl aceptó porque no quiso arriesgarse, poniendo en peligro la anhelada reunificación.
La experiencia actual, con las consecuencias que está teniendo para el euro la situación de Grecia, confirma la razón que tenía Kohl al pedir una autoridad política para que pudiera prosperar la eurozona. Pero ahora se propone con insistencia la necesidad de que se cree un "Gobierno económico". æpermil;sta es una idea que viene repitiendo Sarkozy desde hace tiempo y en la visita que hizo a nuestro país en abril del pasado año afirmó una vez más que Europa padece un "déficit de Gobierno económico" una de cuyas funciones sería influir en las decisiones del BCE, lo cual siempre ha sido rechazado por la Comisión Europea. En esa ocasión Zapatero afirmó que uno de los objetivos prioritarios en el semestre de la Presidencia española sería precisamente dotar a la UE de "un Gobierno económico mucho más sólido con herramientas y poderes" y así lo ha repetido varias veces desde que comenzó su mandato.
La idea del Gobierno económico puede, sin embargo, suponer graves riesgos y ciertamente no correspondería a la autoridad que proponía Kohl. Pero lo que es más grave, es que si se entiende mal puede contradecir a lo que es esencial a la Economía Social de Mercado que en el art. 3, párrafo 3 del Tratado de Lisboa se establece como el sistema económico que ha de facilitar "el desarrollo sostenible de Europa, basado en un crecimiento económico equilibrado y en la estabilidad de los precios con una economía altamente competitiva, tendente al pleno empleo y al progreso social".
La dificultad estaría, pues, en que se entendiera el Gobierno económico como una especie de autoridad planificadora del proceso económico que desplazara las funciones de un mercado de competencia y que no respetara la independencia del BCE. La economía social de mercado reconoce, ciertamente, la necesidad de un Estado fuerte, que establezca y vigile el marco dentro del cual se ha de desarrollar la actividad de un mercado en el que intervienen y deciden los ciudadanos libres y responsables.
El fundamento de este modelo se basa en que la sustitución del mercado por las decisiones de un Gobierno democrático no garantizaría el servicio al bien común, que debe pretender toda economía, porque en esas decisiones no se podría evitar que, en algunas circunstancias, se pospusieran los verdaderos intereses colectivos a los también legítimos intereses electoralistas de un Gobierno democrático, como se puede observar en más de una de las actuaciones de Zapatero. Precisemos, por tanto, las competencias que tendría ese Gobierno económico, de acuerdo con los principios de la economía social de mercado o, lo que quizás sería más correcto para evitar ambigüedades, hablemos abiertamente de la necesidad de un Gobierno político comunitario, o más sencillamente de un Gobierno, para que pueda quedar garantizada la solvencia y sostenibilidad del euro.
Resulta un tanto sorprendente que, al comenzar el semestre de la presidencia española, se insista en la importancia que se quiere dar a los problemas económicos y a la puesta en práctica del Tratado de Lisboa con la referencia explícita a la necesidad del Gobierno económico y que, sin embargo, no se tengan en cuenta las ventajas que podría tener el que vaya calando más profundamente en todos los ciudadanos los principios que caracterizan el sistema de la economía social de mercado, no sólo para recuperar la estabilidad del euro y afianzar el éxito económico y social de los países de la eurozona, sino también incluso como modelo alternativo para el cambio sistémico que se ha demandado en las tres cumbres de Washington, Londres y Pittsburg para garantizar una salida exitosa y definitiva de la crisis.
Eugenio M. Recio. Profesor honorario de ESADE (url)