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Secretos de despacho

Orden en la Fundación Barreiros

Mariluz Barreiros cuida del legado empresarial de su padre, Eduardo, pionero del motor.

Cuenta que no concibe su vida sin el trabajo, actitud que heredó de su padre, el pionero empresario del motor Eduardo Barreiros. Precisamente, como homenaje a su figura, Mariluz Barreiros preside la Fundación Eduardo Barreiros, con el fin de promover el conocimiento y la divulgación de la historia del diseño industrial, así como difundir la investigación en el campo de la automoción. "Es un tributo a mi padre y a sus hermanos, que en Barreiros Diesel lograron crear y llevar a cabo el que fue el proyecto empresarial privado industrial más importante de nuestro país, contribuyendo en aquellos años cincuenta y sesenta a crear una clase media en España", señala esta ejecutiva.

Con tales antecedentes familiares, resulta más comprensible su concepto del trabajo: "En cuanto me levanto me pongo a pensar en ello y no puedo desconectar". Su jornada la reparte entre el acogedor despacho que tiene en la Fundación Eduardo Barreiros y su domicilio madrileño. "Tengo esa suerte gracias a un sistema de correo interno de la fundación que va y viene dos veces al día, al fax, al correo electrónico y, por supuesto, al teléfono".

La estructura de la fundación es muy pequeña, pero aclara que muy eficiente, debido a una estrecha red de colaboradores con la que pueden acometer diversos proyectos, entre ellos, las conferencias internacionales, que celebran conjuntamente con Mapfre y que también cuentan con el apoyo del grupo Bergé. Asimismo, ha puesto en marcha un archivo histórico con documentos relacionados con la historia económica y empresarial española, vivida en primera persona por Eduardo Barreiros desde 1920 a 1990. También cuenta con el apoyo de un comité de sabios, que le respalda aportando sus mejores experiencias e ideas para crear la estructura, el contenido y el desarrollo de los mismos.

"Tengo plena confianza en mi equipo, pero me gusta estar informada de todo y cuidar hasta el último detalle", afirma Mariluz Barreiros, que en todo momento está pendiente de que la periodista se encuentre a gusto, como si estuviera en su casa. Es una mujer cercana, te recibe con gran hospitalidad y disculpándose por los cinco minutos de retraso con los que llega a la cita. "Soy muy puntual", advierte.

Prueba de su exquisita educación, señala que le gusta cuidar las pequeñas cosas, como no dejar de responder a las cartas que le llegan a la institución que preside. "Recibimos infinidad de correos electrónicos de todo tipo, de admiradores de Barreiros, gente que solicita información técnica, clubes, aficionados, colegios, escuelas técnicas y universidades que quieren visitar el Museo Eduardo Barreiros". Precisamente el museo, inaugurado en 1998 en Valdemorillo (Madrid), es uno de los proyectos en los que está más volcada. Pero hay una nueva iniciativa con la que está entusiasmada, el proyecto del nuevo Museo de Automoción-Barreiros, obra promovida por Desguaces La Torre, Centro Autorizado de Tratamiento (CAT), en Torrejón de la Calzada, también en Madrid, que cuenta con una superficie de 37.000 metros cuadrados. La institución, comenta Barreiros, será una referencia vanguardista y de prestigio, que supondrá un antes y un después en el valor social y artístico concedido al automóvil en la sociedad contemporánea.

Mariluz Barreiros almuerza habitualmente fuera de casa entre semana, "por temas de trabajo o para ver a mis amigas y no perder el contacto con personas queridas que conozco hace mucho tiempo". Tras la pausa del mediodía, continúa trabajando y a última hora suele aprovechar para asistir a alguna conferencia o a algún acto de los que se celebran en Madrid, "una ciudad culturalmente muy activa".

Reconoce que uno de los alicientes de su trabajo es haber conseguido involucrar a su dos hijos, Alberto y Cristina Comenge, en la gestión de la fundación, aunque ellos tienen sus propias ocupaciones. Alberto se dedica a la administración de la empresa familiar y Cristina está volcada en la gestión de su propio restaurante, Oven 180, en Madrid, al que la madre acude casi a diario y en el que supervisa todos los detalles de la carta.

La familia, siempre presente

Mariluz Barreiros habla de manera apasionada de su familia. El ejemplo de sus padres, Eduardo Barreiros y Dorinda Ramos, está siempre muy presente. "He aprendido el valor del trabajo". Y esa máxima la ha inculcado a sus hijos, a quienes cita constantemente a lo largo de la entrevista. De hecho, el despacho de la fundación lo comparte con su hijo, Alberto Comenge.Ha sido testigo de la transición económica y política de este país, y su conversación está salpicada con referencias al pasado de una vida intensa en momentos inolvidables. Como no podía ser de otra manera, su mesa de trabajo está repleta de todos esos recuerdos, libros y, sobre todo, fotografías de su familia, de sus padres y de sus hijos. Hay algo que nunca falta en su mesa: las flores. Entre sus aficiones está la cocina, "me encanta hacer todo tipo de recetas y tengo la suerte de compartir esta afición con mi hija, que me ha superado con creces". Es feliz navegando, le gusta la jardinería y leer.

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