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España o yo

Los últimos viajes del presidente Rodríguez Zapatero no han sido placenteros. En Davos tomó conciencia real de la percepción que tienen fuera de nosotros, bien distinta de la que tiene él y que cada vez menos personas comparten. Y en Washington, aunque volvió a acordarse de su principal objetivo, detalle que le honra, estuvo más pendiente de la almoneda en la que los mercados financieros habían puesto a Epaña que del pasaje bíblico que leyó ante Obama. Ahora está empeñado en recomponer la imagen de España en el mundo, para lo que ha mandado a sus hombres a Londres y París, como si cambiarla dependiera de una explicación o un discurso. Los mercados financieros sólo valoran los hechos, especialmente en España, donde Zapatero ha hecho durante seis años lo contrario de lo que ellos demandan. Para cambiar el rumbo de las cosas, el presidente del Gobierno sólo tiene una opción: cambiar de política económica.

Pero es muy complicado hacer algo en lo que uno no cree, que es lo que hace ahora en parte el Gobierno de Zapatero, y se nota en la improvisación, mala explicación, corrección de decisiones, etc, que se encadenaron la semana pasada. Sólo otra política económica calmará la ansiedad de unos inversores malvados que durante más de una década han confiado sus apuestas a España y que han servido para financiar a una economía que sigue consumiendo más de lo que produce, y que aún tiene un deficit corriente del 5% del PIB, porque, aunque no lo parezca, sigue viviendo por encima de sus posibilidades a pesar del avance de las tasas de ahorro privado..

Hacer tal cambio en la política económica ayudaría a mejorar la imagen de España y contribuiría a que la financiación exterior, sobre todo la de la deuda que se acercará este año al 72% del PIB, contribuya a la superación de la crisis. Pero Zapatero tiene una segunda opción, que es apostar por su propio credo político y mantener una alocada huida hacia adelante en defensa del gasto social, que sólo genera déficit crónico y anestesia al crecimiento.

En 2009 el desequilibrio fiscal rondará el 12%, al menos el reconocido como déficit excesivo por Bruselas. Pero la necesidad de financiación de las administraciones públicas supera el 15% del PIB, según se admite en el Programa de Estabilidad recientemente enviado a Bruselas. Un déficit tan descomunal en financiar qué: no se ha atendido ningún plan de inversión gigantesto, ni siquiera se ha tenido que hacer frente a una crisis bancaria como la británica. En qué se ha gastado tanto dinero. En la política estrella del presidente: gasto social, riego inútil a los ayuntamientos y las comunidades autónomas, algún aginaldo electoral inconveniente, etc.

Ante el dilema electoral que tienen Gobierno y PSOE sobre la mesa, con una expectativa de vota realmente pobre, Zapatero debe optar: "España o yo". Si insiste en su política evitará la confrontación con la izquierda sindical, pero experimentará en sus carnes nuevos episodios en los mercados financieros como los de la semana pasada. No somos Grecia, pero si mantenemos esta aventura fiscal insostenible con la política económica de Zapetero, no debería extrañarnos que nos consideren con problemas similares a los griegos, al menos en las posibilidades para remediarlos.

Opte presidente: "España o usted". Ni Ronaldo es más importante que el Madrid, presidente. Ni Messi que el BarÇa, presidente.

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