La contradicción de Yunnus y la revolución de los más jóvenes
Tenía ganas de preguntarle al premio Nobel y padre de las microfinanzas, Muhammad Yunnus, sobre su enfado, a raíz de la salida a Bolsa del banco mexicano Compartamos, con aquellos que convierten la ayuda a los más pobres en un negocio.
Anoche tuve la suerte de moderar una mesa redonda sobre emprender en tiempos de crisis, a la que asistieron, entre otros, el presidente de Barclays y el presidente de la empresa química alemana BASF, en la que participaba Yunnus, y no me pude reprimir. Son las ventajas que tiene ser moderador, que puedes dirigir la conversación hacia donde crees que es más interesante y quería que me aclarara por qué cree que es incompatible ganar dinero con ayudar a los pobres.
La respuesta me sorprendió porque sigue defendiendo algo que creo incomprensible. Respondió que en la vida hay que elegir, que hay dos puertas, una que es por la que hay que pasar si decides que quieres cambiar el mundo y ayudar a los más desfavorecidos, y que no incluye el beneficio ni el enriquecimiento. Y la otra puerta, que es la de los negocios, que si buscan el beneficio. Para Yunnus hay que elegir. No estoy de acuerdo con él, evidentemente; porque puedes tener una empresa sostenible y a la vez tener beneficios y contribuir a mejorar el mundo. Realmente fue un debate interesantísimo.
Después de la cena, fiesta de Google, que en pocos años ha pasado de ser la fiesta más joven y alternativa de Davos, a una de las más formales, curiosamente en el lugar que utilizaba tradicionalmente Goldman Sachs en el elegante hotel Belvedere. Parece una metáfora de los tiempos que corren.
Esta mañana, reunión con Bill Gates, que ha advertido sobre el peligro que puede suponer reducir el déficit público a costa de los pobres del mundo (recortando por ejemplo, fondos de ayuda al desarrollo) y a comentado su últimas inversiones filantrópicas en el ámbito de las enfermedades infecciosas y la educación. Consejo a los activistas sociales en busca de dinero de fundaciones como la suya: no cuentes las penas, cuenta las soluciones y los resultados. Un mensaje positivo es mucho más efectivo. Lo más controvertido que discutió fueron las razones para no entrar de lleno en el cambio climático desde la Fundación. Es más efectivo, dijo, invertir en innovación empresarial para encontrar la nueva fuente energética no contaminante y más barata que el petróleo y el carbón.
El broche de oro a esta semana ha sido la mesa que he moderado esta mañana, con unos jóvenes del grupo Global Change Makers. Impresionante todo lo expuesto por estos muchachos de 18 años, elegidos por el British Council, que con sus pequeñas iniciativas y propuestas pretenden cambiar pequeñas parcelas del mundo. Por ejemplo, Mousa Mosawy de Iraq, en silla de ruedas, que intenta movilizar a la juventud de su país, montando actividades con el fin de no perder nunca el optimismo y salir adelante. Viéndo y oyendo a este muchacho llegas a la conclusión de que todo eso es posible.
O el caso de Sarah Jameel de Sri Lanka, que ha lanzado una campaña de marketing utilizando las redes sociales, que ya les hubiera gustado hacer a muchas agencias de publicidad, en contra de la política de las tabacaleras de repartir tabaco en la puerta de los colegios de su país. O el caso de otra joven de Botswana, Tsepisho Gower, que ayuda a formar mujeres emprendedoras.
Después de escuchar estos casos te das cuenta, así opinaban muchos asistentes, que la palabra de los políticos se desvanece al instante, mientras que son estas iniciativas las que permanecen en el recuerdo y las que te permiten decir que un mundo mejor es posible. Y que hay gente, muchos son jóvenes, que luchan para conseguirlo.
Esta noche, cuando ya estamos todos agotados de toda una semana de ir y venir de un lado a otro, toca la gran gala de clausura, la fiesta de Sudáfrica. Entre brindis y abrazos, recapacitaremos sobre todo lo acontecido este año en Davos.