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Un Davos entre el G-2 y el G-20

Los partidarios de arrinconar al Viejo Continente en el nuevo mapamundi ya han apostado por un omnipotente eje bipolar entre Pekín y Washington. The Wall Street Journal, por ejemplo, señalaba el miércoles en una información que "un número creciente de políticos y analistas europeos dice que la influencia internacional de la UE quizá haya tocado techo como consecuencia de su división política y las pobres perspectivas a largo plazo de su economía".

Para esos agoreros, la reunión de Barack Obama y Wen Jiabao el pasado mes de diciembre para aguar cualquier acuerdo sobre cambio climático en la cumbre de Copenhague se presenta como el irrefutable ejemplo de la creciente irrelevancia de la UE.

Pero destruir y bloquear no es lo mismo que "repensar, rediseñar y reconstruir" el orden mundial, como plantea el lema de Davos de este año. Y como se ha descubierto con los problemas de Google en el mercado chino, Washington y Pekín tienen en común muchos intereses económicos y una anacrónica afición a la pena de muerte. Pero poco más.

De hecho, el renovado afán por sacar a Europa de la escena internacional no parece tan ligado a la emergencia de un G-2 como al deseo de algunos de abortar el G-20, el foro donde se está intenta diseñar un nuevo orden financiero mundial que incomoda, entre otros, a muchos lectores del Journal.

"El G-20 comienza a parecerse a un ejército en desbandada", comenta un alto cargo de la Comisión Europea. "Y sería una tragedia perder una oportunidad de coordinación internacioinal como esta". Quizá al G-1 1/2 (EE UU y Reino Unido), no les dé mucha pena.

Foto: estanque en el centro de Bruelas (B. dM:, septiembre 2009).

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